Viernes 19 de Abril del 2024

“Se trata de generar un espacio público de calidad”

La macromanzana es un concepto nuevo para comprender y realizar el desarrollo urbano. En la […]

Publicado el 7 noviembre, 2019 por Juan Bertrán

La macromanzana es un concepto nuevo para comprender y realizar el desarrollo urbano. En la UFLO se está llevando a cabo un proyecto con el fin de poder aplicarlo en la mejora de los barrios porteños.

LC7: ¿Cómo surgió el proyecto que llevan a cabo?

Sebastián Miguel: Estamos en el Laboratorio de Diseño Bio-ambiental, una unidad de investigación dentro de la Universidad de Flores. Trabajamos todos temas vinculados al ambiente y a los problemas de la Ciudad. A partir de ciertas líneas planteadas por la universidad sobre estos temas y en relación a poder dar alguna mirada integral, decidimos abordar esta problemática a partir de una serie de trabajos de investigación que ya estaban siendo desarrollados por algunos españoles como Salvador Rueda, que definen a las macromanzanas como una unidad más grande que la tradicional. Aparece definida la macromanzana como un conjunto de manzanas, habitado por una red de circulación primaria, con estructuras de movilidad primaria, en donde se prioriza la movilidad sustentable y el desarrollo del espacio público común y lo trabaja desde la movilidad y el espacio público. Nosotros vimos en este trabajo de Rueda y en lo del modelo 2030 para Buenos Aires (que incluye la discusión del nuevo Código Urbanístico y que habla de la ciudad del futuro del 2050-2060), una oportunidad de vincular nuestros objetivos de desarrollo sostenible. A partir de eso a nosotros se nos ocurre, en 2017, un proyecto de investigación bianual con ese marco conceptual.

LC7: ¿Cómo comenzaron con el proyecto?

SM: La idea era empezar a trabajar con organismos gubernamentales y llegamos a trabajar en un proyecto piloto. Nos parecía importante que nuestros proyectos no tuviesen sólo un aspecto teórico, sino aplicado, que sean proyectos vinculados con la comunidad, vinculados con las necesidades sociales, trabajar en conjunto con los actores de gobierno. A partir de ahí, surgen dos planes piloto, uno es en el Bajo Belgrano, en un área de casas y edificios bajos, y el otro es en Boedo. El segundo caso lo tomamos porque queríamos ver si eso que habíamos hecho para el Bajo Belgrano tenía una función genérica o era algo muy particular. Constatamos que esto se puede extender a los demás barrios de la Ciudad que no estén totalmente consolidados, densificados, que haya como un clima urbano en donde haya potencialidad de desarrollo. El dinamismo del espacio público, comercial, del transporte, de la vivienda, tener posibilidades de crecer en esos barrios y desarrollarse con el carácter que tengan. El caso de Núñez, va por la cuestión de las universidades, y en el caso de Boedo, hay muchos mercados o ferias a cielo abierto. Entonces, se van agendando lugares que tienen posibilidades de crecimiento y de desarrollo. Toda la ciudad no puede ser Palermo Soho, con todos bares y cervecerías como están proliferando por toda la ciudad. Por lo que hay que buscar distintos tipos para activar la vida urbana y también esto se trata de generar un espacio público de calidad.

LC7: ¿Cómo sigue el proyecto ahora?

SM: La investigación tiene distintas etapas. La primera terminó ahora. Tenía que ver con desarrollar estas herramientas bioambientales, testearlas en el territorio en estos dos barrios, sacar ciertas conclusiones. Tenemos un equipo interdisciplinario donde hay arquitectos, urbanistas, ingenieros ambientales, biólogos, ingenieros agrónomos, también un grupo de estudiantes tanto de la Facultad de Ingeniería Ambiental como de Arquitectura que nos van acompañando, desarrollando estos proyectos. Los proyectos tienen distintas fases que son de relevamiento, de diagnóstico, de propuesta y después está la otra instancia donde testeamos en el ámbito científico y académico lo que estamos proponiendo. La idea ahora es seguir trabajando con estos proyectos y un poco llevar estos elementos o propuestas con estas herramientas a la sociedad, empezar a trabajar no solamente con el Gobierno de la Ciudad sino con los distintos actores barriales. La idea es preparar hacia 2020 talleres con vecinos en diferentes barrios, comunas, asociaciones de vecinos, poder armar estos talleres como para poder ver si lo que uno está proponiendo y viendo desde la universidad es lo que realmente el ciudadano y el vecino percibe o necesita. Entonces, también es poder hacer una vinculación, una apertura, y generar un diálogo que nos va a permitir profundizar sobre estos temas.

LC7: ¿Qué características tiene que tener una macromanzana?

SM: Cuando nosotros pensamos en una persona que vive en la ciudad, esa persona y ese grupo de personas vive en una casa, en un departamento, en un edificio y la unidad más pequeña es el lote, el terreno donde vive. Esa persona se relaciona con el espacio público de diferentes maneras, la primera es a través de lo que se comunica tanto con la calle como con el centro de manzana, a través de un jardín, de las ventanas, de la planta baja, del palier, del hall. El segundo lugar sería la calle, la avenida, el área de aproximación, lo inmediato de su barrio y el tercer elemento es la manera que tiene esa persona de vincularse ya sea peatonalmente, en una bicicleta, en transporte público o en un transporte vehicular privado. Ahí empieza a haber una relación de las necesidades del hábitat y las necesidades de relacionarse con otras personas, ya sea por su actividad laboral, comercial, de ocio, de sociabilización, de estudio. En ese paso de lo más chico que es la unidad de vivienda de esa persona, el edificio compartido o su propia casa y el exterior, está toda esta secuencia que tiene que ver con la ciudad. Entonces, se trata de cómo generar ciertas condiciones de habitabilidad y de confort en esta ciudad. A partir de ahí, nosotros lo que hicimos fue trabajar con tres indicadores que tienen que ver con lo que es la forma urbana (la construcción de la manzana), el espacio público y los beneficios que da por ejemplo el verde urbano, cómo hacer calles de convivencia, poder estar en la calle y encontrarme con cosas para hacer, con cosas para disfrutar, y después cómo moverme en la ciudad, que es cada vez más caótica, cada vez más el vehículo particular toma protagonismo, cómo dar prioridad al transporte público. Entonces, ese habitante empieza a moverse, empieza a relacionarse con la ciudad. A partir de esos tres ejes es como uno piensa en el terreno individual, que es parte de una manzana y esa manzana es parte de un conjunto de manzanas que se han convertido en una macromanzana. Uno no piensa solamente en su casa o en su departamento, sino que piensa en una unidad urbana un poco más grande que da un montón de beneficios porque te permite conectarte con la gente, con la naturaleza, con las actividades, con la calle, con otros usuarios y moverte en esta ciudad. Es deseable no querer llegar a tu casa y encerrarte o cada vez que vos salís de tu casa no sabés por donde vas a ir, ni cómo va a ser tu día.

LC7: ¿Creés que el Código Urbanístico favorece la utilización del concepto macromanzana?

SM: Los códigos en realidad son instrumentos, herramientas, en donde se dan una cantidad de parámetros de información y de normas que de alguna manera restringen ciertas cuestiones y permiten ciertas cosas. Lo que siempre digo es que los códigos están para interpretarse y en esa interpretación uno tendría que ver qué flexibilidad tiene para accionar sobre estos temas. Obviamente, los códigos no profundizan sobre estos aspectos ambientales, son muy banales o muy genéricos sobre esos temas y en donde muchas veces estamos más enfocados a la problemática ambiental y social, lo que hacemos es interpretar esos códigos y llevarlos a pensar desde esos aspectos. Pero los códigos tienen virtudes y tienen defectos. El código no me afecta mientras me brinde la flexibilidad, mientras como grupo de trabajo podamos debatir y trabajar desde ese lado. Una cosa interesante que el código plantea, tiene que ver con la recuperación o rehabilitación de los edificios, es decir un edificio que era una fábrica que quedó vacía o quebró, esa estructura edilicia pasa a ser algún otro tipo de edificio con otra función: departamento, oficinas, unidades más modernas. El reciclaje de la estructura edilicia en las ciudades es muy importante en Europa y Estados Unidos. Todavía en América Latina no es algo que se esté tratando demasiado. Entonces, en estos barrios en vez de tirar abajo y hacer edificios, ¿qué pasaría si empezamos a recuperar los edificios que tenían otro uso, integrarlos con otra densidad y trabajar la ciudad no desde la parcela, sino empezar a trabajar el concepto de macromanzana? ¿Cómo este conjunto de edificios, cómo estas casas que se van a modificar afectan a una unidad más grande que es la macromanzana? ¿De qué manera me relaciono con el espacio público? ¿Qué puedo hacer para aumentar la superficie verde que tenemos? Nosotros propusimos generar en los centros de manzana techos verdes, proponerlo como obligatoriedad en las construcciones como patios, talleres y demás. Dentro de la manzana podríamos tener otras estructuras que podrían mejorar esa situación.

LC7: ¿Cómo se aplica el concepto en barrios como el 1-11-14?

SM: En los asentamientos informales el concepto de macromanzana eso ya se da en la parte más primaria. Vos tenés calles peatonales o calles de convivencia en donde, si bien son pasajes muy chicos o a veces corredores, ya tenés un clima o movilidad reducida o peatonal. Obviamente, no tenés ninguna de las cuestiones ambientales y por otro lado todo lo que tiene que ver con la conectividad y los servicios son temas que están más carentes. En cualquier asentamiento, el lugar donde pasa cerca el colectivo se convierte en el polo comercial automáticamente y son las vías principales donde tienen alguna relación más desde el espacio público que las propias callecitas internas que se van dando. El concepto es el mismo: es proponer una mejora en los servicios, la forma urbana, la parte ambiental, la conectividad y la movilidad en todos los temas. Tiene que ver con integrar los barrios populares a la lógica del resto de la ciudad pero obviamente con sus códigos, con sus especificidades. No se puede extrapolar lo de otros barrios.

LC7: ¿Cuál es la responsabilidad del Estado en realizar estos cambios que proponen?

SM: No es solamente responsabilidad del Estado. El Estado tiene que incentivarlo desde su función y desde las estructuras que tienen que ver con lo público. Cuando hablamos de la calle, de los temas de transporte público, de los arriendes, ya se están empezando a proponer ciertos temas. Después, desde los desarrolladores, desde los que construyen la ciudad, el mercado, cualquier arquitecto que va a construir tiene la responsabilidad de empezar a generar una ciudad más acorde. Cuando vos eso lo llevás a que el desarrollador, en el peor de los casos, sólo quiere construir lo más denso y lo más alto posible, ahí empieza una discusión que tiene que ver con la responsabilidad del arquitecto o desarrollador. Me parece que desde nuestro rol como universidad es empezar a dialogar con todos estos actores, hacerles entender a los desarrolladores que no todo es el dinero, sino promover otra lógica. Hay que tener una visión integral de los temas y de las herramientas, no verlo todo desde la movilidad o desde la forma urbana, todo tendría que estar relacionado porque para que una persona tenga cierta calidad de confort y vida saludable necesita todos esos elementos integrados. Cuando uno estudia estos elementos no puede tirarlos desde una visión sesgada o recortada. Tenemos que tomar la mayor cantidad de parámetros posibles. Nosotros tomamos esos tres porque nos parecían los más representativos. Pensamos que la ciudad tiene que ser compacta, tener más servicios e infraestructura para la mayor cantidad de personas que viven en la ciudad. Si tengo más consumo en las ciudades, ¿cómo genero más recursos energéticos? Ahí es donde nosotros empezamos a pensar qué pasa si la ciudad y los edificios empiezan a ser los propios productores de energía, entender las macromanzanas como posibles generadores de energía.

Fotografía: UFLO.


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