En este tiempo de crisis resurge la idea de construir una economía humanizada, que logre […]
Publicado el 27 septiembre, 2020 por Juan Bertrán
En este tiempo de crisis resurge la idea de construir una economía humanizada, que logre superar las desigualdades y que a la vez genere sustentabilidad ambiental y crecimiento a nivel local. El cooperativismo como modelo se convierte en una herramienta indispensable para el futuro.
Está claro que el mundo post-pandemia no será el mismo y que los modelos económicos previos no han podido responder a las necesidades de la humanidad en su conjunto. El abuso que hicimos de los recursos naturales y la distribución desigual de las riquezas atentan contra la supervivencia de grandes sectores de la población mundial. Entonces, ¿qué otros caminos podríamos explorar para superar estas dificultades?
Si algo positivo surgió en el primer tiempo de la pandemia fue la cooperación internacional y el abandono temporal de premisas como la maximización de las ganancias, en particular en el sector de la salud, como por ejemplo, en la producción de medicamentos y elementos sanitarios. También, en la vida cotidiana de las sociedades surgió un sentimiento de unidad frente a los peligros de un virus desconocido y la solidaridad impregnó las calles.
Por otro lado, quedó demostrado a lo largo del tiempo que la economía global actual no logra responder a las necesidades de amplios sectores y la pandemia expuso las debilidades del crecimiento de los países cuando éste sólo se realiza a través del intercambio hacia afuera. Para este año, la Organización Mundial de Comercio calcula que la contracción del intercambio comercial internacional podría situarse entre el 13 y el 32 por ciento.
Podemos pensar, entonces, en una economía diferente, más próxima y más centrada en lo local que promueva el consumo interno, enfocada en las necesidades de las comunidades y que, a su vez, genere el desarrollo de espacios no considerados por las estrategias comerciales de los grupos económicos más concentrados.
Si vamos hacia este tipo de modelo económico, entonces, el modelo de empresa que necesitamos es otro: ya no la gran empresa, marca del siglo XX, sino proyectos más pequeños que estén vinculados directamente con las demandas y objetivos de la comunidad y que permitan generar empleo para grandes sectores no contemplados en el mercado laboral actual y que favorezca el desarrollo de los países hacia el interior.
El cooperativismo se ofrece como una respuesta porque las cooperativas de trabajo, con el impulso necesario de los Estados con políticas que promuevan su desarrollo, permiten el acceso al trabajo y posibilitan construir proyectos viables y lo suficientemente innovadores como para generar inclusión y sostenibilidad a largo plazo.
Los principios de democracia, autogestión, solidaridad, igualdad y responsabilidad son las banderas del cooperativismo y valores que se necesitan más que nunca en la producción y el trabajo.
Hay alrededor de 3 millones de cooperativas en el mundo que generan un 10 por ciento del empleo mundial. El cooperativismo es un modelo de negocio que contribuye al crecimiento socioeconómico desde lo local porque reinvierte en las comunidades y permite la integración igualitaria de las personas. La toma de decisiones en conjunto dentro de una cooperativa hace que la mirada esté centrada en las personas y no en las ganancias, en protegerse unos a otros y en lograr una salida colectiva. La recuperación económica de los países debería enfocarse en ese sentido y sobre esos valores.
¿Esto implica dejar atrás todo lo construido anteriormente? No necesariamente. Probablemente, el cooperativismo no sea la respuesta a todo, ni los cambios se realizan de un día para el otro. Las grandes empresas y el cooperativismo pueden convivir si los Estados generan reglas para que eso suceda.
Pero lo importante y necesario es entender al cooperativismo como una opción real y no como una alternativa marginal.
Los cambios económicos y sociales se realizan en el largo plazo, pero qué mejor momento para comenzar a modificar las cosas que éste, en donde estamos atravesados por la incertidumbre.
El crecimiento económico y la recuperación de un país no se puede hacer individualmente, sino que se produce impulsando proyectos colectivos que refuercen los lazos sociales, en definitiva, que refuercen la idea de vivir con y junto al otro.
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