El análisis de los comportamientos de lo que será el nuevo oficialismo y la oposición […]
Publicado el 21 noviembre, 2019 por Mauricio Epsztejn
El análisis de los comportamientos de lo que será el nuevo oficialismo y la oposición política a partir del 10 de diciembre de este año cuando asuma el gobierno. Los principales temas de la coyuntura nacional.
Los que ganaron
Las recientes elecciones nacionales consagraron de manera inobjetable el triunfo de la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, a presidente y vice por el Frente de Todos, sobre el binomio de la coalición Cambiemos, Mauricio Macri y Miguel A. Pichetto.
Los antecedentes políticos y personales de la fórmula de los Fernández permiten inferir que impulsarán decididamente su propuesta pre-electoral, como ya lo vienen demostrando con iniciativas concretas de la lucha contra el hambre y la extrema pobreza que impulsan aún antes de asumir y su compromiso antigolpista y con los derechos humanos ante el complejo y peligroso contexto internacional que nos rodea.
Todo indica que tales iniciativas y políticas se potenciarán apenas los electos asuman sus respectivos cargos.
Los que perdieron
Sin embargo, no se puede asegurar el mismo compromiso sobre esos temas de los perdedores, cuya dirigencia no sólo se negó a condenar el golpe de estado en Bolivia, sino que algunos connotados personajes de ese espacio simplemente lo justificaron y enmudecieron ante la posterior represión con el consiguiente saldo de víctimas que la violación a los derechos humanos va dejando en Bolivia y en Chile.
A un amplísimo campo democrático, que excede al Frente de Todos y se pronuncia por la solución pacífica de las diferencias políticas, la solidaridad con los perseguidos y reprimidos, el restablecimiento de la democracia en la región, el respeto por la autodeterminación de los pueblos y naciones y el rechazo a toda injerencia extranjera, le preocupa que en lugar de defender esos principios, los máximos referentes de Cambiemos se encolumnan tras la política de Donald Trump que en nombre de la libertad y la democracia busca reproducir lo que esa potencia promovió durante los años ’70 en los territorios que consideran su patio trasero, un pasado no tan lejano, cuyas heridas aún sangran, y que el pueblo argentino no debe olvidar, si no quiere repetir.
El golpismo redivivo renueva su máscara
Por eso el aval que de hecho los referentes de Cambiemos le dan a los golpistas y represores de Bolivia, Chile, Ecuador, Venezuela o Brasil, implica una amenaza hacia el gobierno entrante y confesión de cómo actuará frente él.
Hay que tener en cuenta que esto no es casual, que los países donde abundan los recursos naturales atraen a los poderosos de planeta que buscan tomar el control de esos recursos con el único propósito de extraerles el mayor lucro posible, sin que les importe el futuro de los territorios y de la gente que los habita.
Con ese fin suelen acordar negocios con las clases dirigentes locales que se les subordinan, se benefician económicamente y hacen de cancerberos de tales intereses, en contra de sus propios pueblos.
En América sobran los ejemplos donde esos bienes de la naturaleza pasan a considerarse commodities, se llamen petróleo, litio, agua potable, comida, mano de obra barata o esclava y otros, cuya enumeración cruza toda la historia de nuestros pueblos y naciones.
Argentina es uno de esos países donde tales bienes abundan y en pocos momentos de su historia fueron utilizados para el desarrollo del país y su gente.
El Frente de Todos, la fuerza que accederá al gobierno el próximo 10 de diciembre, llega respaldado por la esperanza de millones de compatriotas que lo votaron, pero también de la benevolente expectativa de gran parte de quienes no lo votaron.
También es una exigencia para el resto de la sociedad que debe hacerse cargo de que la democracia no se agota en el acto de votar, sino que cada uno debe asumir la responsabilidad de participar e impulsar este proceso desde los ámbitos donde transcurre la vida de cada uno.
Pero además es necesario no ser ingenuos, para enfrentar de modo inteligente el accionar de quienes ya empezaron a actuar, por vocación propia o teledirigidos desde el norte, con el fin de esmerilar la legitimidad de las políticas y las personas que integrarán el futuro gobierno.
Las usinas desestabilizadoras tienen múltiples y nada despreciables recursos, que van desde una diputada renunciadora serial que habló de fraude, hasta opinadores televisivos de la misma escudería que siguen agitando la supuesta corrupción K o del complot que estaría preparando Cristina para derrocar a Alberto.
Incluso el que recientemente descubrió que el país está mal, después de que el escrutinio definitivo confirmó el triunfo de los Fernández en primera vuelta, mezcló calabazas con medialunas y bananas para generar su aporte a la sociología televisiva: resulta que los más de 2.100.000 votos de ventaja que el Frente de Todos le sacó a Cambiemos, se deben interpretar como “un empate técnico”.
Sin embargo, también hay que estar atentos y ser creativos para no tragarse los sapos que esparcen los aplaudidores de siempre para todo lo que viene “de arriba”, sea quien fuere el que está allí.
Eso es importante porque los gobiernos, las personas que lo integran y las propias propuestas programáticas pueden ser falibles si no han pasado por la rigurosa prueba de la experiencia, que las obliga a abandonar el cómodo lugar de una idea para someterse al riguroso examen de la realidad cambiante que exige ajustes no percibidos hasta para los mejores gobiernos, pero que el obsecuente se resiste a aceptar porque no vino como una orden “de arriba”.
Por eso, para el ciudadano, la democracia no se agota en el acto de votar, sino que exige de él participar y controlar si aquello por lo que votó se está ejecutando bien y si no, aportar a la corrección del error, si es involuntario o al castigo del responsable si hay dolo.
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