Si bien el tema de la pandemia que azota al mundo domina la escena global, […]
Publicado el 9 abril, 2020 por Mauricio Epsztejn
Si bien el tema de la pandemia que azota al mundo domina la escena global, sin que aún se visualice cuándo ni cómo los científicos encontrarán los remedios para curar a los infectados y prevenir la repetición de la tragedia, por debajo ya se insinúa un debate sobre en qué tipo de sociedad elegirá vivir la humanidad después que esta tragedia haya sido conjurada.
Más allá de las teorías conspirativas en boga sobre el origen de este coronavirus que ahora nos agrede, entre los científicos hay acuerdo de que se originó en una mutación genética, un fenómeno biológico que afecta a los seres vivos bastante común en el universo de los seres vivos, que los modifica e incluso da nacimiento a nuevas especies. Sin embargo, para que ese virus se haya transformado en una pandemia que azota a la humanidad en su conjunto, debieron darse condiciones que facilitaran su rápida difusión hacia poblaciones que incluso están muy alejadas entre sí y del lugar donde se detectaron los primeros brotes.
Este segundo factor, el de la circulación y difusión, está relacionado con el desarrollo de un mundo globalizado y cada vez más interconectado por los modernos medios de comunicación y transporte, que no dependen de los arbitrarios caprichos de la naturaleza sino del actual desarrollo tecnológico y la ética hegemónica que se expresa en la ideología neoliberal, para la cual perseguir la obtención del máximo lucro es el objetivo supremo, que incluso está por encima de la vida humana y que implícitamente justifica las guerras de conquista, los genocidios y el racismo que el capital financiero global impulsa desde que conquistó el podio del sistema capitalista.
En nombre de esa moral, personajes como Donald Trump, en Estados Unidos; Boris Johnson, en Inglaterra; Jair Bolsonaro, en Brasil; y sus congéneres en variadas latitudes, no sólo no tomaron a tiempo ninguna medida para enfrentar la pandemia, sino que con su pasividad ante la evidencia facilitaron su expansión defendiendo hasta el extremo sus principios ideológicos de defender como valor supremo a la economía -que ellos controlan-, aunque eso signifique sacrificar decenas de miles de vidas humanas. Por eso en Estados Unidos, Italia, España, Brasil, Chile, en nombre de defender la economía, demoraron en tomar medidas preventivas como el aislamiento social y la cuarentena, como se hizo en Argentina. Los resultados están a la vista. Sin embargo, aun así, Mauricio Macri, su adepto local más conocido propuso sumar nuestro país a eje cortejo. Por suerte, la mayoría de la humanidad eligió otro rumbo.
Lo urgente como parte de lo importante en el mundo que se viene
Sin descuidar el combate a la pandemia, por los intersticios que esa lucha permite, se empieza a filtrar un debate sobre en qué mundo nos tocará vivir una vez que la misma se supere. Algunos pronostican que esta tragedia marcará el punto de quiebre y comienzo del ocaso de la sociedad dominada por el neoliberalismo y dará a luz una sociedad regida por una moral distinta y opuesta a la actual. Otros opinan que la actual crisis podría ser una más entre las tantas por las que pasó el sistema capitalista desde su surgimiento, más o menos profundas, más o menos conscientemente percibidas por quienes las padecieron o usufructuaron, pero que se limitó a ser el simple mecanismo inconsciente, por medio del cual el sistema capitalista se regula, modifica y perdura.
Lo que la historia enseña es que las sociedades no cambian un modelo de organización y valores consolidados sólo porque en alguna etapa de su existencia la pasan mal, sino cuando entran en crisis insoluble sus valores fundantes junto a los liderazgos y formas de organización que les fueran funcionales.
Los cambios sólo se producen cuando a esas crisis y modelos se les opone una propuesta distinta, impulsada desde el seno de esa misma sociedad por sujetos sociales activos, cuyos valores humanos son fundamentalmente distintos e incluso opuestos a los que, por caducos, es necesario desplazar. Son propuestas que también promueven una nueva dirigencia y nuevos liderazgos, claros y firmes, que se fortalecen en la acción y conquistan el apoyo e involucramiento de las mayorías, que hacen suyos esos planteos, los impulsan y los defienden.
Este es el desafío que en la actual coyuntura enfrenta nuestra Argentina y nuestra región, en medio de la pandemia que no da tregua. Y lo debe enfrentar con las escasas herramientas disponibles después del desastre económico, social, sanitario, cultural y científico, que dejó el macrismo, la versión local del poder financiero global.
Al Frente de Todos le toca hoy esa tarea porque llegó al gobierno con una propuesta de cambios, paulatinos, pero profundos, que abrieron grandes expectativas entre quienes los votamos y que, sobre la marcha, por la claridad de sus planteos en la coyuntura, más su flexibilidad y firmeza en la aplicación, va sumando el respaldo de quienes no lo habían votado.
El modo en que el gobierno encabezado por Alberto Fernández está enfrentando la pandemia demuestra que el rumbo general que ha determinado para combatirla es absolutamente coherente con la ética que impregna la propuesta que le hizo a la ciudadanía que lo eligió. Una propuesta que tiene como norte la defensa de la vida como valor supremo y que, en este caso particular, ajusta los métodos y objetivos a la sensatez que aconsejan los mejores científicos disponibles. Los valores que orientan la gestión del nuevo gobierno son lo opuesto a lo propugnado por el neoliberalismo, cuyo eterno mensaje sólo pasa por privilegiar la especulación financiera y los intereses de los poderosos de siempre.
Por si hiciera falta, es una muestra más del valor que el nuevo gobierno les asigna a las palabras, a las promesas hechas antes de las elecciones, a las que considera un mandato a cumplir y no un mero artilugio para ganar una elección. Son planteos, propuestas y conductas que el gobierno ratifica con hechos donde los dirigentes le ponen el cuerpo porque la situación exige dirigentes que no se dediquen a domar reposeras, caracterización conque alguien bautizó Macri.
El otro gran desafío que afronta es el de poner los cimientos de una nueva sociedad y un nuevo estado que se le corresponda, más democrático y participativo. Los primeros pasos en la gestión habilitan la esperanza de que el avance hacia esta meta también será encarado como se merece, convocando a la participación popular y ciudadana, la mejor garantía de que las buenas intenciones se puedan concretar.
Ph: Télam.
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