Sábado 09 de Noviembre del 2024

La paradoja de la vejez

Los adultos mayores porteños tienen el más alto riesgo de contagio por coronavirus y a […]

Publicado el 15 junio, 2020 por Nicolás Rosales

Los adultos mayores porteños tienen el más alto riesgo de contagio por coronavirus y a la vez permanecen aislados poniendo en juego toda la sabiduría de la vida.

La pandemia del coronavirus colocó automáticamente a los adultos mayores como la población con alto riesgo de contagio. La cuestión etaria se tornó crucial y el aislamiento social, preventivo y obligatorio implicó una serie complejidades que debieron (y deben) resolver en el día a día de la vida. Pasado un mes de la cuarentena, allá por el mes de abril, hubo una medida restrictiva que luego tuvo que anularse, tras la reacción negativa de una parte de los adultos mayores y especialistas en temas de la tercera edad.

“El mayor riesgo de vida, el mayor riesgo de fallecimiento lo tienen los adultos mayores”, remarcó por entonces Horacio Rodríguez Larreta, cuando fue consultado por los motivos que respaldaban su decisión para que los mayores de 70 años tengan el deber de solicitar un permiso de circulación para salir a la calle. Este trámite se hacía vía telefónica a través de la línea gratuita 147 y tenía validez por 24 horas. En paralelo a esta medida, el ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, daba detalles precisos en el lanzamiento del programa “Mayores Cuidados”, el cual continúa funcionando y consiste en una red colaborativa conformada por un tejido de contención telefónica y asistencias cuyos protagonistas son los voluntarios y voluntarias que mantienen conversaciones con los adultos mayores, les hacen compañía para llevar mejor el aislamiento y les agilizan compras y trámites menores en el área de influencia.

Verónica Candolfi, una de las fundadoras y actual presidenta de la Asociación Civil Red de Vecinos de Flores y Parque Chacabuco (Floparch), trabaja hace 20 años con esta población y dijo respecto del aislamiento de los adultos mayores: “Todo depende de cómo haya estado y esté contenida la persona desde su entorno social primario. Si tienen hijos o no, si viven cerca o lejos. Algunos lo tomaron bien, entendiendo que son la población con más propensión a enfermarse, y otros se molestaron porque en algún momento no podían salir. Como somos conscientes de que hay mucha gente sola, trabajamos de forma coordinada con otras organizaciones y centros de jubilados para ponernos en contacto y tratar todas estas problemáticas”.

Los menesteres del vínculo con los adultos mayores no son fáciles y reúnen sinfines de singularidades, ya que no todos manejan las tecnologías y mucho menos las redes sociales. Aún así -según Verónica- han podido hacer reuniones vía la plataforma Zoom y ofrecer las actividades recreativas, deportivas y culturales de sus propios profesores. De todos modos, no estuvieron exentos de los problemas, sobre todo al comienzo del aislamiento para poder acceder, distribuir los medicamentos y tener la atención de los médicos de cabecera; pero finalmente “PAMI nos respondió y con Tercera Edad de la Ciudad gestionamos los voluntarios para que nos den una mano y los adultos mayores se sintieron contenidos”, remarcó Candolfi.

Los casos que necesitan asistencia se incrementan con el correr de la cuarentena y el estado pone en juego sus políticas públicas. Silvia Demarco es una jubilada de 69 años,  vive sola en la calle Quirno del barrio de Flores y así vive el #QuedateEnCasa: “Tengo que cuidarme mucho por mis problemas respiratorios, por eso casi que no salgo. Una vecina me ayuda y me hace mandados. Llamé al 147 para usar el programa Mayores Cuidados, vino una persona a mi casa, se identificó y me ayudó a buscar mis remedios de PAMI, funcionó. Por suerte la jubilación me la debitan en la cuenta. En general la estoy pasando bastante bien, dialogo con mis hijas por Whatsaap ya que viven en el exterior. Dentro de la casa siempre hay para hacer, las hago de a poco porque nadie me apura, miro la tele. Hay veces que me decaigo, me pongo un poco paranoica y ansiosa por salir. Siento que esto va para largo, y también sé de muchos jubilados que no la están pasando tan bien. Abuelos que trabajaban de changas, que la jubilación no les alcanza”.

No tuvo la misma suerte el jubilado Juan Amato de la calle Carabobo al 200. «Pedí que me ayuden a comprar medicamentos que IOMA dejó de proveerme. Cuando llamé, me dijeron que era un asunto de la obra social y no se acercó ningún voluntario. Pero un día me tocaron el timbre, eran del Gobierno de la Ciudad, y me dejaron un bolsón de comida”, relató el adulto mayor. “Observamos que, por ahí, a los más grandes esta situación los puede llegar a desequilibrar emocionalmente, por eso es importante atender la salud mental, para contener. Otros se sienten tristes por no poder salir, por no poder ver a sus nietos, o sienten que trabajaron toda la vida y ahora encuentran esto como una problemática. La mayoría entiende la situación, les cuesta usar los celulares, es normal, se esfuerzan mucho y eso es muy valorable”, cerró con su parecer Verónica.

Estos temas discurren en los casos de ancianos que viven en sus casas, solos o acompañados. Pero muy distinta es la situación de quienes habitan por ejemplo en los geriátricos, que en estos tiempos de pandemia por la COVID-19 son un problema serio a resolver, ya que la emergencia sanitaria no solamente afecta a sus residentes sino también a sus trabajadores. En este sentido, el ministerio de Salud de la ciudad definió un protocolo de acción para los casos confirmados en estas residencias geriátricas (https://www.buenosaires.gob.ar/coronavirus), pero supimos de muchos adultos mayores contagiados dentro de estas instituciones, especialmente en la zona de Flores, que sigue en la segunda posición en el ránking de contagios porteños, detrás del barrio de Retiro.

Una explicación posible es la que indica que parte del personal, en general cuidadores de los adultos mayores, pudo haberse contagiado en su barrio de manera comunitaria. Según el protocolo mencionado, estos casos deben licenciarse como así también a quienes entraron en contacto, para producirse el aislamiento. Ante este escenario -al que se suma una operatoria con el personal mínimo indispensable-, los geriátricos se encuentran actualmente en un estado de fragilidad. Por todo esto es necesario poner el foco desde el estado, realizando testeos rápidos y periódicos al personal y a los residentes.

Según una encuesta titulada “Aspectos Psicosociales de las Personas Mayores en Cuarentena”, efectuada por la Cátedra de Psicología de la 3era Edad y Vejez de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), los adultos mayores se encuentran mejor preparados emocionalmente para afrontar el aislamiento, es decir; sus hábitos cambiaron pero sus emociones se modificaron menos respecto de lo que esperaban algunos expertos. Los adultos mayores de 60 años continúan manteniendo una rutina bastante similar y, si bien ponen de manifiesto ciertos miedos, ansiedades o tristezas; afirman que están mejor preparados que otros grupos etarios para afrontar el resguardo hogareño.

Analía Schojet vive sobre Rivadavia, tiene 69 años, es jubilada y reafirma lo antes dicho: “No me pegó mal este aislamiento, aunque admito que lo que más extraño es el contacto con mi familia, en especial con mis nietos. He decidido no salir a la calle para priorizar el cuidado de la salud. Por suerte, recurrí a los voluntarios, me asignaron una chica muy amable que me ayuda con las compras y con los medicamentos. Vinieron a mi casa a vacunarme también. Durante el día me entretengo, escucho música, bailo, miro tele, leo, me informo y uso la computadora”.

Esta investigación que tuvo entrevistas a 812 personas mayores de 60 años que viven en la ciudad, estuvo dirigida por Ricardo Iacub, quien explicó que esperaban otros resultados más cercanos al miedo o a la angustia, pero que esto se debería a que “la experiencia adquirida a lo largo de la vida les permite lidiar mejor con que lo que se desea no es lo que se tiene, para disfrutar  más de lo que hay disponible”. Entre sus resultados principales, la encuesta destaca que 38,5% no siente miedo frente a la pandemia, mientras que el 51,2% asegura que siente poco miedo. Sólo el 10,2% siente mucho miedo, algo que aumenta entre los sectores de menor nivel educativo. Esta es otra historia.

Foto: Telam.


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