Jueves 28 de Marzo del 2024

“Es el lugar que amo en mi vida”

Sergio Oviedo es actor, ahora radicado en Córdoba. Pero durante mucho tiempo vivió en Parque […]

Publicado el 3 noviembre, 2022 por Gustavo Viera

Sergio Oviedo es actor, ahora radicado en Córdoba. Pero durante mucho tiempo vivió en Parque Chacabuco. Hace unas semanas estuvo en el barrio para inaugurar una placa en el hogar que compartió con su maestro Hugo Duró. Y aprovechamos para conversar con él sobre su vínculo con el maestro y su amor al Parque.

La Comuna 7: ¿Qué significó Hugo Duro para vos?

Sergio Oviedo: A mi me unió una relación muy especial con él, fue como mi padre para mi. Cuando me fui era un boludo bárbaro, y él me formó como persona, como artista, como todo. El maestro Hugo era un ser excepcional en todos los términos. No solamente en su calidad artística sino en su calidad moral, en sus valores, en lo generoso. Mi maestro pudo haber hecho mucha plata y nunca se fijó en eso. Prácticamente daba clases gratis porque daba clases en grupos y le pagaba el que quería. Hoy, ningún coach vocal te da una sola clase si no le pagas un montón de plata. Por otro lado, cuando vos ves la linea de artistas que se formaron con él -Sandro, Leonardo Favio, Rodolfo Beban, Rodolfo Lezica, Facundo Cabral, Jorge Falcon, el “Chino” Hidalgo-, es tanta la cantidad de gente que formó, que hoy en día no hay maestro de canto de música popular de esa estirpe.

LC7: ¿Qué crees que heredaste vos en tu faceta personal del maestro?

SO: Todo. Fue mi maestro como persona y como artista. Me enseñó a escuchar música, a analizar un libro, yo le debo todo. En el año 2001 hice un espectáculo que fue un homenaje a él en el que anduve por todo el mundo que se llamó “Querido Walt”, basado en Walt Whitman porque era un admirador y un gran lector de Walt Whitman. Es el más grande poeta estadounidense. Pero además, era un tipo de una cultura, era un ser absolutamente único. Era una persona vegetariana, le gustaba las motos, vivía quemado por el sol, era un tipo que jamás le ibas a escuchar una mala palabra, además con un carisma y un magnetismo. Yo, con otros alumnos, íbamos con él a tomar mate o a tomar sol al lado del rio, y la gente, apenas lo escuchaba, porque él tenía una voz maravillosa, se juntaba a su alrededor. Era un ser de otro mundo. Yo creo que hubiera sufrido mucho en el mundo en el que estamos viviendo nosotros, por su forma de ser, por sus valores. Una persona absolutamente empática. Tenia un ojo clínico para detectar talentos. Cuando te escuchaba o te miraba era como categórico, no se equivocaba nunca. A veces nos juntábamos con alumnos de él y recordábamos las experiencias, las cosas que nos decía a cada uno, no solo en la faz artística sino también en la parte personal. Era un ser que miraba tu alma, como si tuviera una cámara kirlian, podía ver en vos lo que no se veía. Mira que yo he tenido grandes maestros en el teatro como Fernandez, como Gandolfo, tuve una gran maestra como Nina Cortese, pero un ser como el maestro Hugo no conocí otro. Era una especie de Tolstoi criollo. En Parque Chacabuco, era famoso en su juventud porque se juntaba con todos los muchachos. El Parque Chacabuco era un lugar único, como el Parque Avellaneda, donde había un gimnasio municipal, donde se juntaba la muchachada, había un rosedal hermoso, todas cosas que se han perdido con el tiempo. Y el maestro pudo vivir toda esa época. Me contaron amigos de él que, cuando ellos eran jóvenes, Asamblea era como una especie de Avenida Corrientes. Había cine, teatro, pizzería. En los años 40 estaba todos los compadritos ahí, tipos que tenían el pelo largo, con tacos altos, saco ajustado, cuchillo en la cintura, todo ese mundo que yo conocí gracias a él y a otros vecinos que eran de la edad de él. Y todo eso se ha ido perdiendo en el tiempo.

LC7: ¿Qué fue lo que te impulso a hacerlo en este momento el homenaje?

SO: Hace tiempo que venia pensando que un hombre como el maestro no tenga algo que recuerde su paso por el barrio, que él vivió ahí, ese fue su hogar. Y él era “muy de Parque Chacabuco”. Estaba muy consustanciado con la historia de Parque Chacabuco. Nunca se quiso ir. La idea mía era por una cuestión básica de agradecimiento, de ponerle una placa a mi maestro. Por eso, hablé con un amigo mío que trabaja en la Comuna lindera a la de Flores y le dije “Quiero ponerle una placa. La pago yo la placa, no hace falta que me la pague la Municipalidad de Buenos Aires. Pero sí quiero que organicen para que vayan los vecinos”. Todo el mundo lo admiraba y quería mucho al maestro. Era muy conocido en el barrio. Y ahí fue que me contactaron con el comunero Néstor Iglesias para coordinar las presencias y darle el marco institucional. A mi lo que me interesaba era poner la placa, vaya quien vaya. Iba a venir Raúl Lavie, pero estaba mal de la rodilla. Vino Néstor Fabián, Carlos Buono y hubo bastante gente, todos los vecinos de la cuadra y vecinos mío ya que yo viví 24 años ahí. Toda mi juventud la pase ahí. Es el lugar que yo más amo en mi vida el Parque Chacabuco. Y alguna vez pienso en llevar una obra al teatro Adan BuenosAyres. La última vez que estuve ahí fue en el 2010 con Arturo Puig y Selva Aleman en un homenaje a los 100 años de Argentores e hicimos un espectáculo ahí.

LC7: ¿Vos viviste con el en Parque Chacabuco?

SO: Si, claro. Viví en Pasaje del Progreso 1278 hasta el 2003 que vendí esa casa. Cuando hicimos el homenaje me reencontré con todos mis vecinos. Mi hijo nació ahí.

LC7: Tenes un fuerte arraigo con el barrio.

SO: Si, desde ya. Cruzando Asamblea esta el gimnasio del “Negro” Ortiz. Soy muy amigo y nos juntábamos y teníamos partido en la canchita del gimnasio. En el fondo, el cuñado del “Negro” tenia un restaurant y nos juntábamos a comer todas las noches, cuando era soltero. Desde el 89 al 95, tenia esa rutina de salir del teatro e ir para ahí. Yo me crie ahí, me crie yendo a la pileta del Parque Chacabuco en el invierno y en el verano. Era amigo de todos los bañeros de ahí. De Fernando, del “Torito”, de “Petanga”, de Boris.


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