Domingo 08 de Diciembre del 2024

En nombre del amor y no del dinero

Una mañana me desperté, y como muchas mañanas, leí los titulares de las noticias en […]

Publicado el 29 diciembre, 2021 por Gaia

Una mañana me desperté, y como muchas mañanas, leí los titulares de las noticias en varios diarios del país. En una página, abajo en un lateral, decía que bajaban la edad de egreso de 30 a 22 años para los adultos con discapacidad intelectual en 13 escuelas en las que funcionan talleres de formación laboral.

Me agarré la cabeza. Mi hermano es discapacitado intelectual, hoy tiene 52 años y concurrió hasta los 35 años a la escuela para niños, niñas, jóvenes y adultos con discapacidad mental y formación integral Alfonsina Storni, la Uno, la del Parque Chacabuco.

En el tiempo que él egresó redujeron la edad de 35 a 30 años para las nuevas camadas. Pero lo que leía era una medida para ya, para ahora, para el comienzo del año 2022. Abrí el teléfono celular y encontré varios mensajes con el pedido de un grupo de padres para firmar en contra de esta medida.

Me dije: -¡No puede ser! ¡Deben estar equivocados!

Seguí buscando en las noticias. Me topé con las palabras de la administración porteña en la voz de una licenciada en Ciencias Políticas egresada de UBA con una maestría en Administración y Políticas Públicas que respondió: “La noticia es falsa. No estamos cerrando ninguna oferta de educación especial ni ningún tipo de otra oferta. En la ciudad hay una amplia y variada oferta de educación para todas las necesidades y realidades”.

Con el corazón apretado sentí el dolor de los discapacitados al perder su escuela: el refugio seguro, el apoyo para las personas diferentes y sus familias.

Me pregunté si ningún asesor le comentó a la Ministra de Educación que esas escuelas son mucho más que la enseñanza de contenido académico. Que son lugares donde se aprende a convivir con otros, lugares de encuentro entre pares y de acompañamiento para la persona enferma y sus familias.

Y además no hubo quien contemplara los casos con situaciones económicas precarias, en los que esas escuelas significan el comer todos los días.

Es cierto que la resolución 155 del Consejo Federal de Educación establece que la educación integral para las personas con discapacidad finaliza a los 22 años y después deben pasar a la educación permanente para adultos. Pero este cierre abrupto es una medida sin conocimiento del tema y sin consultar a los especialistas.

Es desconocer que la edad cronológica no está en sincronía con la edad real de un discapacitado intelectual. La mayoría no es un adulto maduro para perder su lugar de contención de un día para otro. Los talleres de formación laboral funcionan también como el puente de preparación emocional para nuevas etapas.

¿Variada oferta? ¿Dónde? ¿Cómo la consigo? ¿Cuándo la obtengo?

En el mejor de los casos, como el nuestro, tenemos una obra social para continuar en lugares privados.  ¿Y los que no la tienen? ¿Qué hacemos con esa población? ¿O estamos en un país donde la tasa de desempleo es nula?

Les comento a los que gobiernan, por si nadie se los dijo, que los pagos de las obras sociales están siempre meses retrasados, y no uno o dos meses, nueve meses y hasta un año. Y que cuando esos privados intentan construir lugares para mejorar y aumentar esas alternativas que las autoridades de educación comentan son aplastados en sus sueños por trabas burocráticas, esperas eternas que muchas veces los obliga a claudicar en su emprendimiento.

Me gustaría que la licenciada al frente de la educación numerara las variadas ofertas porque las desconozco y que se tomaran las resoluciones necesarias para velar por los derechos de nuestros discapacitados en nombre del amor y no del dinero.


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