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Apuntes para pensar la escuela distante (Parte I)

Martes 18:30 hs Mensaje de whatsapp. Seño… ¿el 236 tiene algún grupo de 1000? Llega […]

Publicado el 18 mayo, 2020 por Melisa Correa

Martes 18:30 hs
Mensaje de whatsapp.
Seño… ¿el 236 tiene algún grupo de 1000?

Llega un mensaje fuera del horario escolar. Fuera de todo lo que, hasta ayer, conocíamos como escuela. Me preguntan si el 236 se puede escribir multiplicando por 1000. Me preguntan por el valor de ese dos. Me preguntan por la obligatoriedad del cuadernillo. Me explican que van un poquito más lento. Nos preguntan cuándo empiezan las clases: “Seño, que estén bien, cuídese mucho. Ah…y…ya lxs extraño”.

La pregunta por el sistema de numeración y sus operaciones lleva a cuestas otra más grande: la que interroga sobre las formas en las que nos vamos a seguir encontrando, las otras formas de armar escuela a la distancia y dentro de un encierro excepcional. Si ese encuentro se verá signado por la obligatoriedad de entrega de actividades y llenado de planillas de control o si existe otra posibilidad de construir un común, ese que se crece desde el pie, en las aulas, el que hace que nos extrañemos.

El 15 de marzo nos enteramos a través de los medios de comunicación de la suspensión de clases presenciales en todas las escuelas del país. En ese momento, la suspensión sería sólo por 14 días consecutivos. Luego, llegó el decreto que ordena la cuarentena obligatoria y hasta hoy no sabemos cuándo volveremos a pisar las aulas.

Desde el 18 de marzo, lxs docentes tuvimos que disponer de diversos dispositivos para encarar una suerte de “clases virtuales”. Armamos cuadernillos, los subimos a blogs y plataformas educativas. Realizamos encuentros por un sinnúmero de “apps”, organizamos tantos grupos de whatsapp como grados tenemos a cargo, respondemos y realizamos preguntas poniendo a prueba la velocidad de nuestros dedos. Exponemos nuestros ojos a las pantallas sin otro objetivo que mantenernos “hiperconectadxs”.

En “Fenomenología del fin”, Franco Berardi analiza los procesos cognitivos que perturbaron la forma de aprehender la realidad, modificando la percepción del propio cuerpo y las relaciones con lxs otrxs y el mundo. De este modo, nos vemos convertidos en sujetxs anetesiadxs por los diversos dispositivos tecnológicos. La cantidad de información a la que estamos expuestos provoca pérdida de empatía con lo social obligando a tomar decisiones que imitan el binarismo del mundo tecnológico. Abandonamos el entorno real para adaptarnos al virtual.

En este sentido, una pregunta por fuera de todo lo que conocemos como escuela -horarios, edificios, banderas, tiempos, presencias- irrumpe con la vitalidad que soporta aquello que intenta pensar comunidad más allá de toda pretensión de conectividad.

* Escuela N° 14 DE 8 y Escuela N° 10 DE 8 “Juan Agustin Maza” Bajo Flores.


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