¡Qué tristeza!

El IVA, Instituto Vocacional de Arte, también llamado el «Labardén» es el instituto de enseñanza artística de la Ciudad de Buenos Aires. Tiene tres sedes. A las mismas concurren unos 1500 alumnos, desde chicos de jardín de infantes a adolescentes.

Hace unos quince días pasé por la puerta de la sede de Parque Chacabuco y se me estrujó el corazón con los carteles pegados en la puerta: “Asbesto”; “No tenemos temperas, pinceles”; “Titularización”.

Cuando Teresa Anchorena era Subsecretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires  reconocía en el diario Página 12 que los edificios del Instituto Vocacional de Arte eran viejos y estaban mal mantenidos.

Ella aclaraba: “Tenemos previsto hacer una restauración grande cuando terminen las clases, y acaban de desbloquearse los fondos para empezar las obras”. Además había dicho que habían resuelto la titularización de cargos interinos.  Eso fue en el siglo anterior (año 1998).

En el IVA los alumnos cursan teatro, plástica, música, expresión corporal, taller literario, títeres, instrumentos autóctonos y danzas folklóricas. Estudiar en el IVA no se trata de formar artistas. Se trata de educar por el arte. Se trata de expresarse en distintos lenguajes. Yo quería estudiar piano y quise entrar pero no logré conseguir vacantes en el año 1972.

Hoy, 2022, quedan afuera 300 alumnos por falta de vacantes. Hoy, 2022, el IVA sigue con los mismos problemas agravados por el paso del tiempo porque las promesas de los funcionarios del siglo XX  no se cumplieron.

Ayer volví a pasar y había más carteles: “Derrumbe”; “Necesitamos instrumentos en buen estado”. Hoy 14 de mayo de 2022 lloro frente a la sede de la calle Curapaligüe porque no sé qué puerta ir a golpear para que se acabe la desidia en la que la Argentina está sumida.