El Dr. Enrique Rotemberg, reconocido profesional del club Ferro Carril Oeste y traumatólgo del Hospital […]
Publicado el 25 diciembre, 2016 por Fernando Zuker
El Dr. Enrique Rotemberg, reconocido profesional del club Ferro Carril Oeste y traumatólgo del Hospital Piñero, cuenta en primera persona a este medio lo sucedido con Brian ayer en el Barrio de Flores, en el ingreso a la guardia.
Un rosario de gotas de sangre marcaban el camino desde el automóvil que lo trasladó hasta el shock room. Inmediatamente un manojo de médicos y paramédicos rodeó la camilla donde depositaron al chico inconsciente y bañado en rojo, su herida en el cuello era una canilla de sangre que apagaba su vida, buscar venas en sus miembros para tratar de compensar la volemia mientras se solicitaba a hemoterapia unidades de sangre en forma urgente…
Estamos preparados para enfrentar la muerte a cada instante, los años de guardia nos van poniendo duchos en estos menesteres de lidiar en esa línea imperceptible que separa la vida de la muerte, pero cuando el paciente es un menor, la descarga de adrenalina es mayor y todos sentimos el masazo de una criatura que se no está muriendo al lado nuestro…
Cirujanos, clínicos, traumatólogos, técnicos, enfermeros, instrumentadoras, tratando de colaborar ante la situación extrema que interrumpe la tranquilidad de la tarde, en la vigilia de la llegada de la Navidad. El Hospital Piñero está saturado de internados, la guardia completa, hasta el quirófano está ocupado por un paciente por falta de cama en terapia intensiva.
La escena se desarrolla en el shock room, sobre la camilla en que se depositó al paciente en el momento de recibirlo. El cirujano se calza los guantes, los anestecistas hacen su tarea, el paciente es intubado y respirado, de repente el paro cardíaco, accionan las manos que con su masaje vuelven el automatismo al corazón. Llega el hemoterapista con la sangre, el bisturí amplía la herida del fatal proyectil, el paciente sigue perdiendo sangre, comprimen la zona para disminuir la hemorragia, la carótida está lesionada, se la repara; pero sigue sangrando. La yugular está lesionada, se la repara; pero sigue sangrando. La arteria vertebral también está dañada, se la repara. El proyectil en su destructiva carrera lesiona una vértebra, que también sangra, se la trata.
Y luego de una lucha que no tomó más de una hora y media, llega el momento de la relajación, de la calma, de la satisfacción por la tarea cumplida y de una oración dicha en silencio por cada uno de nosotros, pidiendo por la vida de Brian. Es que no pensamos en el durante la acción, fue tan apabullante que nos olvidamos por esa hora del Señor…
El cirujano se seca la transpiración y abandona el shock room con su ambo teñido de rojo, sus asistentes lo siguen, yo lo miro y admiro por su desempeño, por su manejo de la impronta.
La lucha continúa, la hemorragia ha sido contenida, los parámetros del paciente se mantienen, la situación tiende a normalizarse. Algunos salen a saborear un cigarrillo, otros van en busca de algo fresco al «estar» de los médicos. Las frecuencias cardíacas de los participantes tienen a normalizarse, se programan los pasos a seguir.
Y Brian.
Finalmente es trasladado al Hospital Gutierrez, donde continuará su lucha por vivir.
Y nosotros pidiendo por otro milagro de Navidad.
Dr. Enrique Rotemberg
M.N. 47.569
Traumatólogo de Guardia-Hospital Piñero
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