Damián González Farah presentó su libro «Narcotráfico, la otra mirada» en el Ateneo 26 de […]
Publicado el 7 octubre, 2016 por Gustavo Viera
Damián González Farah presentó su libro «Narcotráfico, la otra mirada» en el Ateneo 26 de julio de Flores.
«Es un tema que es un flagelo y que nosotros, vecinos de esta comuna, sabemos bien todo lo que afecta. Y los delitos y muertes que provoca», afirmó el comunero Alejandro Caracciolo, pidiendo a los presentes un fuerte aplauso al que iba a ser el protagonista de la tarde noche en Flores: Damián Gonzáles Farah.
El autor del libro «Narcotráfico, la otra mirada» se presentó en el Ateneo 26 de julio, Bonifacio 2759, Flores, el último miércoles 5 para contarles a los vecinos de la Comuna 7 los puntos nodales de su investigación sobre el tráfico de drogas en la Argentina.
El enfoque del libro, tal como lo planteó el autor, tiene que ver con la búsqueda de las causas de la instalación del narcotráfico en Argentina y la explicación de las variables que se ponen en juego. Para arrancar con su argumentación, Damián utilizó una metáfora para explicar el rol de las fuerzas de seguridad respecto a su lucha contra las drogas.
«Imagínense que de repente el Estado determina que los globos son nocivos para la sociedad. El rol de las fuerzas de seguridad hoy es ir y pinchar los globos de las personas que en la calle circulan con un globo. A lo sumo, es pinchar los globos de una persona que los revende y que puede tener 5 o 6. Pero la fábrica que produce un millón de globos nunca es afectada».
Holanda y Suecia representan dos paradigmas respecto a su política ante el tráfico: el primero, una faz legalizadora, mientras que el segundo, una faz represiva, al punto que los escandinavos realizan alrededor de 30.000 análisis compulsivos de sangre en la calle para medir el alcohol y la presencia de sustancias. «Esta disyuntiva, en la Argentina, es falaz», afirma Damián. Y la explicación que otorga el autor a los presentes se sustenta en el desarrollo humano en esas naciones que permite la implementación exitosa de estas políticas. Estas naciones ostentan un PBI per capita de entre 43.000 y 45.000 euros, tienen inflación y déficit 0, desempleo del 5%, la inversión en educación es del 15% del PBI, no tienen indigencia y la pobreza no llega el 1%. «La Argentina no tiene el nivel de desarrollo humano que tienen estos dos países. Por lo tanto, no podemos interpretar el fenómeno del narcotráfico desde esos paradigmas», concluye el autor.
Para profundizar en esto, puso el ejemplo de la Ciudad de Buenos Aires y el crecimiento de la población en las villas. En 1936, 6541 personas vivían en situación de precariedad habitacional y la Ciudad albergaba a 2.415.000 habitantes. En el 2014, viven 3 millones de personas de las cuales 345.200 habitan las villas miserias. El desarrollo humano no fue un éxito en estos términos.
Las proclamas políticas que declaran la lucha contra el narcotráfico para Damián son puras falsedades. Y se pregunta qué fuerza de seguridad tiene el presupuesto, la infraestructura y el capital humano para sostener una batalla en este sentido. “El presupuesto del narcotráfico supera en 25.000 millones de pesos al presupuesto del Ministerio de Seguridad de la Nación”, es la respuesta. Y las consecuencias de estas decisiones son nefastas: un agente de la policía bonaerense cobra un sueldo por debajo de la canasta básica, mientras que un «soldadito» que custodia los bunker de venta de drogas en Rosario triplica ese ingreso.
El sentido común afirma que el narcotráfico ha avanzado muchísimo en la Argentina y el caso se ha comparado con México y Colombia, dos de los exponentes a nivel mundial. Damián analizó esta creencia y sostuvo que el país se encuentra ingresando a la fase simbiótica.
Tres son las fases que describen la penetración del narcotráfico: predatoria, parasitaria y simbiótica.
La predatoria es cuando los carteles ingresan a un territorio y cooptan a una banda de delincuentes para realizar el tráfico. Para eso, precisan aliados: la policía y los funcionarios más cercanos (concejales e intendentes).
La segunda fase, la parasitaria, el narcotráfico empieza a financiar a funcionarios públicos que son elegidos en elecciones. Y el autor pone como ejemplo a concejales del norte del país que fueron encontrados con cocaína y marihuana.
Por último, la fase simbiótica es cuando el Estado se transforma en un narcoestado, como son los casos de Colombia y México. El autor indica que para ser un narcoestado no hace falta tener los niveles de violencia de esos países.
Con firmeza, el autor sostuvo que “hoy, la Argentina es un narcoestado. Hay jueces, diputados, senadores, concejales, jefes de policía, jefes del ejército involucrados».
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