Domingo 07 de Diciembre del 2025

De Showmatch a Parque Chacabuco

El coreógrafo que lleva la salsa y la bachata a las plazas porteñas. Jorge Quenaya, […]

Publicado el 3 agosto, 2025 por Camila De la Fuente

El coreógrafo que lleva la salsa y la bachata a las plazas porteñas.

Jorge Quenaya, más conocido como “El Chino”, empezó a bailar a los nueve años y nunca paró. Su vida estuvo marcada por los escenarios, los concursos y la televisión, pero hoy su lugar preferido está al aire libre: en las plazas de la Ciudad de Buenos Aires, donde cada sábado más de treinta vecinos se reúnen a seguir sus pasos de salsa y bachata en una de las Estaciones Saludables del Gobierno porteño.

Aunque acumuló premios, distinciones y participaciones en programas como Showmatch o junto a figuras del Teatro Colón, el motor de Quenaya nunca fue el brillo de la fama. Lo suyo es la enseñanza. “Amo dar clase, amo bailar. Me hace bien a mí, a mi salud y, por qué no, a mi entorno también”, dice con una sonrisa mientras sus alumnos completan la entrada en calor: tobillos, rodillas, cintura, torso, hombros y cuello en movimiento.

“No son bailes académicos —aclara sobre la salsa y la bachata—. No necesitás una condición física específica, sólo querer pasarla bien y cambiar la cabeza”.

Bailar, aprender y compartir

Las clases en la Estación Saludable de Parque Chacabuco, en la esquina de Emilio Mitre y Asamblea, reúnen a un público diverso. Personas mayores, jóvenes, vecinos que vienen por primera vez y otros que ya se sienten parte de una comunidad. “Durante la semana tenemos más adultos mayores, pero los sábados es muy variado”, explica El Chino, quien se ganó el apodo por sus ojos rasgados.

Cecilia, una de sus alumnas más entusiastas, cuenta que baila hace más de una década y que encontró en las clases de Jorge un espacio único: “Son increíbles y nos cuida mucho. Es técnico, variado y cada sábado es una historia distinta”.

Además de enseñar pasos, Jorge promueve un ambiente cálido y social. Entre canción y canción, deja momentos para que los asistentes se conozcan, conversen y disfruten: “Lo que buscamos es que todos sean compañeros, que se unan. Dentro de eso, los chicos se van conociendo”.

La conexión trasciende el horario de clase: “A veces vamos todos juntos a merendar, otras veces salimos a bailar. La relación sigue más allá de la plaza”, agrega Cecilia.

Una vida dedicada a la danza

Jorge Quenaya bailó ballet, clásico, folklore, tango, jazz y otros ritmos. Participó en competencias, trabajó como coach y jurado, colaboró con figuras destacadas como Julio Bocca y recorrió distintos escenarios del país. Sin embargo, una lesión en la cadera y en la rodilla cambió el rumbo de su práctica profesional: se alejó de las disciplinas más exigentes y encontró en los ritmos latinos una nueva forma de seguir conectado con su pasión.

“Es como los futbolistas —compara—. Con el tiempo te lesionás, pero la pasión sigue. Bailar salsa o bachata no requiere tanto esfuerzo técnico, pero sí compromiso y alegría”.

La enseñanza lo llevó a dar clases a personas de todas las edades, incluyendo a niños y a personas con discapacidad. Hoy, a sus 41 años, sigue aprendiendo de cada grupo y encuentra motivación en los logros de sus alumnos: “Busco darles retos para que sientan su crecimiento”.

Las plazas, un escenario para todos

Las clases de Jorge se enmarcan dentro del programa de Estaciones Saludables, una iniciativa del Gobierno de la Ciudad que busca promover hábitos de vida activa a través de actividades gratuitas. Hay 14 estaciones distribuidas en distintos barrios, con propuestas que van desde danzas latinas, yoga y Tai-Chi hasta talleres de cerámica, dibujo y estimulación cognitiva.

“De eso se trata: de vivir intensamente cada momento, de no dejar de desafiarse nunca y de mantenerse activos física y mentalmente”, afirmó el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, al destacar el impacto del programa.

Para Quenaya, ese objetivo se cumple cada semana: “Es un cable a tierra. Muchas personas vienen después de laburar toda la semana y esto les da una sonrisa. Es un mimo al alma”.

Cecilia lo sintetiza mejor que nadie: “La danza me mantiene ágil, me conecta conmigo y con los demás. Si no viniera, estaría sola en mi casa. Acá socializo, me divierto y aprendo”.

Un niño que nunca dejó de bailar

“Siempre me gustó bailar, desde muy chico. Siempre fue mi meta llegar y luché para tenerlo. Actualmente, y gracias a Dios, siempre trabajé con la danza”, resume El Chino, antes de volver a su clase, a la que asisten vecinos “porque se sienten como niños”. Y donde él, como siempre, baila. De lunes a lunes.


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