Domingo 22 de Diciembre del 2024

Salir de la mediatización estigmatizante

Por Juan Vasquez* Después del incendio del taller textil en la calle Luis Viale en […]

Publicado el 1 junio, 2015 por Gustavo Viera

Por Juan Vasquez*

Después del incendio del taller textil en la calle Luis Viale en el año 2006 donde murieron seis personas, se impuso una forma de ver el trabajo en este rubro. Las miradas victimistas y legalistas daban un producto fácil de consumir mediáticamente.

Juan Simbiosis CulturalA partir de allí, las palabras “trabajo esclavo”, “taller clandestino” se vinculaban estrechamente con la colectividad boliviana. Claro, esa forma de rotular mostraba la postura con la cual se abordaba el tema, la de “el salvador”.

La realidad suele ser más compleja que la que se presenta en los medios, los malos “muy malos” y las víctimas “muy víctimas”, ese vínculo entre unos y otros son tramas complejas para representarlas de esa forma, sobre todo en este rubro, pero además los vínculos no los tiene como únicos actores. Existe una red mucho más amplia en la cual se sostiene esta forma de trabajo y tiene distintos niveles de connivencias. El gobierno nacional es uno de esos actores, ya que con el interés de luchar contra la inflación, en el rubro textil apoyó (inclusive llevando en comitiva presidencial a Angola a Jorge Castillo) al crecimiento de La Salada, lugar que se mantiene exclusivamente del trabajo en estas condiciones.

Otro actor es el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que, desde las denuncias muy conocidas sobre la marca AWADA, CHEEKY etc. que son propiedad de la mujer de Mauricio Macri, hasta la reducción del Ministerio de Trabajo a solamente una Subsecretaría de Trabajo de la Ciudad, en medio de varias denuncias de protección de los talleres donde se confeccionan para marcas importantes. Ambos tienen el poder y obligación de regular y controlar las condiciones en las que se producen y con solo hacer que las marcas demuestren dónde y cómo se realizó la totalidad de sus ventas se evidenciaría el porcentaje de informalidad en este rubro.

Son todas esas cuestiones que no se tienen en cuenta a la hora de hablar en el mismo tono mediático, en el que se «guetifica», y solo se vincula a esa bolivianidad. Pensar a esa colectividad como un ente uniforme, homogéneo, también es un error que se suele cometer, ya que en la misma se reproducen las mismas tensiones de clase que existe en cualquier parte de la sociedad.

La migración, al cortar con los lazos sociales propios del lugar de origen, vulnerabiliza a la persona, ésta cuando llega comprende las nuevas condiciones a las cuales se termina adaptando/naturalizando, y cuando esto sucede, no existe cuestionamiento alguno. A partir de esa naturalización y el aprendizaje de las formas de trabajo, el costurero -como cualquier trabajador- se proyecta en el ascenso al próximo escalón de explotación, se piensa como el nuevo tallerista.

La victimización no reconoce las potencialidades que toda persona posee, la infantiliza, le saca cualquier forma de reconocimiento o capacidad de mejorar sus condiciones por propia decisión.

Es a partir de ello, que desde Simbiosis Cultural, pensamos que reconocer esas capacidades es importante, y para hacerlo, se tiene que salir de esa mirada y escuchar al actor principal: el costurero.

El costurero ¿quiere ser costurero? ¿No tiene otra voluntad más que la de ser parte de esa cadena?

Nosotros pensamos que no, pero -así como nosotros y gran parte de la sociedad- “tenemos mil sueños que cumplir y dos mil prendas que coser”.

*Integrante del Colectivo Simbiosis Cultural.


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