Un café de barrio, una tradición porteña y un alfajor de 415 gramos que sorprende […]
Publicado el 19 abril, 2025 por Camila De la Fuente
Un café de barrio, una tradición porteña y un alfajor de 415 gramos que sorprende a todos en Flores.
En el corazón del barrio de Flores se encuentra un rincón que parece detenido en el tiempo, donde las tradiciones porteñas sobreviven y se nutren de las historias locales. Ubicada en la intersección de las avenidas Varela y Zuviría, a pocos metros del Hospital Parmenio Piñero y la parroquia Santa Clara, este clásico porteño ha sido testigo de décadas de vida barrial. La Cafetería y Panadería Nueva Varela es más que un simple café: es un pedazo de historia y sabor, que ofrece a sus visitantes el famoso alfajor gigante, un dulce que captura la atención de todos los que se atreven a probarlo. Se trata de una creación que desafía los estándares de la pastelería: un alfajor que pesa alrededor de 415 gramos, casi cinco veces el peso de un alfajor tradicional.
La historia de la Nueva Varela comenzó hace aproximadamente 40 años. En el mismo lugar donde hoy se sirven cafés con medialunas y facturas de manteca, funcionaba antiguamente una zapatería. Con el tiempo, la esquina se transformó en un café que supo captar la esencia de la vida barrial porteña. Esta panadería se ha ganado su lugar en la memoria de los vecinos gracias a sus exquisitos productos.
Melina y su padre, Javier, son los actuales dueños del café, pero la historia familiar ligada al rubro viene de generaciones anteriores. El padre de Javier – y abuelo de Melina – tuvo una confitería en Ramos Mejía, y de allí heredaron la pasión por la panadería y la atención al público. Cuando en 2019 tomaron el control de la Nueva Varela, decidieron mantener el espíritu original del lugar, sin grandes modernizaciones, pero con la firme intención de mantenerlo como un emblema barrial.
Todo comenzó con un dato que se esparció como un rumor entre los vecinos. Un viajero frecuente entre Flores y la Patagonia, Toti Arizmendi, supo de su existencia en una de sus visitas al barrio. “Venden un alfajor muy parecido al Havanna, pero que pesa medio kilo”, dijo con seguridad. Y no estaba tan lejos de la verdad.
Cuando los clientes lo piden en la caja, lo miran con asombro. Sus dos tapas de masa dorada encierran un generoso relleno de dulce de leche y está bañado con una capa gruesa de chocolate. Su peso, confirmado en balanza, es de 415 gramos. “Nosotros lo hacíamos como algo especial, pero se convirtió en un clásico”, cuenta Melina con una sonrisa. “A la gente le encanta desafiarse a comerlo entero, aunque la mayoría lo comparte”.
La escena dentro de la Nueva Varela parece sacada de una postal de otra época. Con su mobiliario clásico y su mostrador repleto de delicias, el café se llena de parroquianos que llegan en busca de su desayuno o merienda. Desde el personal de salud del Hospital Piñero hasta los vecinos de toda la vida, todos encuentran en el café un espacio de encuentro.
La Nueva Varela abre sus puertas cada día a las seis de la mañana, lista para recibir a los primeros clientes del día. Quienes la visitan por primera vez suelen hacerlo por el rumor de su alfajor gigante. Pero quienes vuelven lo hacen porque descubrieron un rincón porteño donde la historia, la tradición y el sabor conviven en armonía.
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