Sábado 21 de Diciembre del 2024

La inclusión social a través del arte

Gustavo Montagna plasma en esta entrevista muchas de las acciones que emprende  como docente de […]

Publicado el 21 julio, 2018 por Nicolás Rosales

Gustavo Montagna plasma en esta entrevista muchas de las acciones que emprende  como docente de arte en el Instituto Recreativo Terapéutico Especial del barrio de Flores.

El Instituto Recreativo Terapéuico Especial (IRTE) es una institución dedicada al abordaje de jóvenes y adultos con discapacidad intelectual leve y moderada con o sin patología psiquiátrica asociada.

Funciona desde el año 1988, más precisamente en la calle Bogotá 2847, del Barrio de Flores.

Una de las materias que los concurrentes cursan y aprenden es «Arte» y el Licenciado Gustavo Montagna es el docente a cargo. Egresado de la ex Pueyrredón, ahora más conocido como IUNA. Con él nos reunimos para charlar, conocer cómo trabajan y se contactan con comunidad en general.

Gustavo es un apasionado del trabajo y ejerce la docencia en la institución hace ya nueve años. Primero como tallerista de cerámica, luego de pintura, ahora todo ello mutó en un taller de arte experimental.

Quisimos saber el significado de trabajar en una institución de estas características, y con mucho entusiasmo Montagna expresó: “Me afloran sentimientos que tiene que ver con la responsabilidad y el compromiso. En esta última etapa, todo lo que hemos hecho cierra por todos lados, porque estamos todos felices”.

También dijo que en este último tiempo, para los cierres de los talleres, se propusieron realizar obras de arte con los mínimos recursos. Y esto lo vienen cumpliendo con muchas satisfacciones.

Así lo demuestra Gustavo con una serie de anécdotas que lo llenan de orgullo y emoción, hasta por momentos casi descreyendo de la hermosa realidad que les está tocando vivir.

En algún momento hicimos obras todas con material reciclado. Surgieron ideas desde el debate, y un primer intento hicimos una virgen de Luján. La profe Karina de Educación física tenía un contacto en Santiago del Estero, en Anatuya, y la donamos a una escuela Rural”, dijo Gustavo.

Aquí es donde radica el mayor poder de las obras que realizan, aquel que tiene que ver con la posibilidad de que las mismas salgan del instituto a destinos inimaginables, viajando para trascender todos los límites posibles. “Karina viajó, y tuvimos las repercusiones de cómo lo recibió la gente. Este fue el inicio, nosotros no nos dábamos cuenta de lo que estamos haciendo”, afirmó el docente.

En cuanto al aprendizaje, Magno manifestó que es un proceso paulatino, de año a año, ya que “nosotros pensamos qué podemos hacer, cómo nos organizamos en el aula, cómo cada uno participa, las obras de arte son creaciones colectivas”.

En todo este proceso se estrechan los vínculos con el docente y con el afuera, cuando la obra se mueve. Las obras se exhiben y luego son donadas a otras instituciones. Esto, de alguna manera, rompió con las estructuras curriculares. “He logrado la inclusión a través del arte con un mecanismo distinto, me llevó nueve años darme cuenta y entender lo que está pasando”, comentó Gustavo.

Además nuestro entrevistado destacó la libertad de trabajo que tiene gracias a la directora de la instituto, la Licenciada Paula Zaurdo. Por otra parte, las obras cobran otros sentidos cuando viajan por los lugares más recónditos del país.

El arte se desplaza de norte a sur y de este a oeste. El agradecimiento de quienes las reciben se expresa con videos, fotos, y las más diversas formas de hacer llegar los mensajes a través de una comunicación, que a pesar de las distancias físicas pueden acariciar el alma.

“A veces los caminos que toman las obras son impensados. A mí me excede. Cada una de ellas, tiene como un bolsillito al costado con la descripción de la misma, y de todos los participantes con un álbum de imágenes”.

Desde aquí, este particular profe de arte, que le pone todo el entusiasmo en sus clases, recoge un sinfín de anécdotas increíbles.

Pero hay una especial que Gustavo, en su entusiasmado relato, no quiere dejar de mencionar: “Picasso decía, yo no busco, encuentro, y yo la uso siempre. Un día, estaba escuchando un programa de radio, el de Rolando Hanglin, y escucho la historia de una señora, que se llamaba Verónica San Martín. Que viven en Misiones, y contaba una historia que por distintas circunstancias había tenido mucho dinero. Compraron muchísimas hectáreas y la tienen como reserva natural. Y dentro de la misma vivían pueblos originarios, con escuelas de idioma gauraní. Me fascinó la historia. Y quise que una obra nuestra llegara ahí. Me puse en campaña, hice una gestión. En ese momento, hacíamos escudos argentinos con una técnica perfeccionada. Hicimos la obra y Verónica se vino desde Misiones para buscar la obra, que fue colgada allá, como un broche de oro”.

Pero el plato fuerte viene en una de las últimas anécdotas, en el mismo tono que la anterior, es decir; nuevamente Gustavo se siente atraído por una historia de una escuela en Ushuaia. Y les escribe. Pasó mucho tiempo, hasta que después de cuatro meses recibió una respuesta: “Estaba dando clases, y recibo un llamado, de un tal Gustavo Lescano, director del colegio, que me estaba buscando todo el tiempo, pero me explicó que viajaba constantemente a la Base Marambio, de la parte argentina en la Antártida. Y me dice que mañana sábado sale un avión a la base desde Morón, así que si querés, trae la obra para una escuela de acá”.

Y así fue, se tomó un bondi, el 85, con la obra en un paquete hasta la base aérea militar de Morón. Costó pasar algunas barreras burocráticas. “¡Fue en los primeros días de marzo, hacía un calor!”, recuerda.

Y ahí mencionó especialmente a Diego Carballo, militar, quien cumplió una parte importante para que el paquete despegue en el avión «Hércules».

Una historia emocionante y verdaderamente sorprendente. La obra fue un escudo nacional. Terminó en una escuela de «La Base Esperanza», que queda enfrente y se llega solamente en helicóptero.

La historia siguió. Diego le regaló un buzo de los que usan en Marambio a Gustavo y también lo invitó para que viaje a la base, pero aún esto se encuentra en etapa de gestiones.

Mientras tanto, personal militar de la base aérea de Morón, más precisamente un grupo de trabajo de asuntos antárticos, visitó la escuela. Recibieron una sorpresa: una obra de arte en forma de agradecimiento que se fue volando a las tierras blancas de la Antártida.

Ha sido una mitad de año fantástica para el Instituto. Llena de emociones y sorpresas. La posibilidad de que el profe viaje, aún está latente. Los sueños, desde las obras de arte de los chicos y chichas del IRTE vuelan de verdad. “El arte  me cambió mucho la forma de ver la vida”.

Los límites de lo esperado se esfuman en una nube gigante de esperanzas.

El corazón de Gustavo está a punto de estallar.


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