Hace tres meses un grupo de vecinos se juntan los domingos a la noche en […]
Publicado el 17 agosto, 2018 por Nicolás Rosales
Hace tres meses un grupo de vecinos se juntan los domingos a la noche en la Plaza Flores para darles de comer a la gente que lo necesite, a pura voluntad, y corazón.
La gente en situación de calle creció un poco más de un 30% respecto al año pasado. Según censos populares no oficiales llevados a cabo por diversas organizaciones sociales, la cifra ascendería en la actualidad a unas 7.000 personas en esta desesperante situación social.
En el trajín diario de los porteños, los expulsados del sistema parecen ser una parte más de la escenografía ciudadana. Cuando las personas dejan de ser personas, para pasar a ser invisibles para algunos otros.
Afortunadamente en Flores existe un grupo de unas 30 personas de enormes corazones. Porque se juntan los domingos por la noche de manera desinteresada, apartidaria y por fuera de cualquier ONG, a darles un plato de comida caliente a familias enteras que hoy les toca vivir en la calle.
“Un mar de fueguitos de Flores” se denomina este grupo y debe su nombre al texto de Eduardo Galeano. Emiliano Oliveira es parte de esta movida y contó a este medio de qué se trata lo hacen: “Éste es un grupo de vecinos que se mueve de manera horizontal y la iniciativa fue poder dar una mano a otros vecinos que estaban en situación de calle, en una situación vulnerable”.
Al principio eran dos personas y se fueron sumando voluntades, hasta alcanzar a las 30 que hoy están dispuestas a ayudar. “Tenemos un grupo de Facebook donde hay 800 personas y por ahí nos comunicamos”, agregó Emiliano. Se organizaron en grupos y algunos, por ejemplo, se encargan de cocinar.
Roxana es una de las cocineras, ella relató que hacen guisos sustanciosos, y que la gente ya a las ocho de la noche los espera. “Somos autogestivos, y recibimos donaciones. Todos necesitamos, pero hay algunos que necesitan más, los escuchamos y queremos devolverles la dignidad a la gente”, agregó.
Hoy, le están dando de comer a unas 100 personas. “La acción es política, apartidaria y por fuera de la iglesia”, remarcó Sol, otra de las integrantes, quien además agregó que hacen recorridas nocturnas para entregar ropa con un mapeo “marcado con fueguitos”, para poder hacer una localización más fácil.
“A veces vamos acompañados de nuestros hijos, y lo más impactante es que a veces ellos se encuentran con compañeritos de la escuela”, finalizó su relato Sol.
En esta línea, Emiliano aportó su reflexión: “Lo importante es la empatía con el otro, porque a mí no me da lo mismo, me genera dolor bronca, y no me puedo quedar en mi casa tomando algo calentito en mi casa sabiendo que hay otro que no tiene nada en el estómago”.
Roxana, Sol y Emiliano se llevan miradas, gestos de agradecimiento y algunos momentos duros que les pegan fuerte, como cuando María les contó que el marido traga saliva para no pasar hambre.
Ellos están convencidos que con poco se puede hacer la diferencia, y que al menos un plato de comida puede hacer feliz a muchos que lo necesitan de verdad.
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