Viernes 08 de Noviembre del 2024

“Todavía hay algunos hilos que se sostienen de la relación barrial”

Arquitecto y fanático de Spinetta, el escritor Jorge Hardmeier nos permitió conocer un poco de […]

Publicado el 16 junio, 2019 por Juan Bertrán

Arquitecto y fanático de Spinetta, el escritor Jorge Hardmeier nos permitió conocer un poco de su mundo, sus trabajos y su relación con los barrios de Flores y Parque Chacabuco. “Me atrapó la literatura”, explica.

Jorge Hardmeier es un escritor nacido en Lanús pero que por elección se trasladó al barrio de Flores a los 26 años. Con más de veinte años de trayectoria, su recorrido comienza en la arquitectura, deriva en la literatura y siempre es acompañado por la música de Luis Alberto Spinetta. Con pasado por revistas y editoriales autogestionadas y a un año de la presentación de su libro “Miguel Ángel Bustos: Biografía de un poeta militante” en la Feria del Libro, fuimos a su casa para conocerlo más a fondo y que nos cuente su visión sobre la literatura contemporánea.

La Comuna 7: ¿Qué sensaciones te dejó el recorrido del libro de Bustos a un año de su primera presentación?

Jorge Hardmeier: Se presentó en la Feria del Libro de 2018, fue la primera presentación. Hubo mucha gente, muchos amigos. La sensación es que yo me siento muy incómodo en la Feria del libro, así que presenté el libro y me fui a comer una pizza con amigos. Después se presentó varias veces más, como diez. Ahora me voy a La Pampa en junio para presentarlo otra vez. Bustos es un poeta que se recuperó lentamente. Lo empecé a leer en fotocopias porque sus libros no se conseguían en la década del ´90. Desaparecieron su cuerpo primero y después su obra, o los dos al mismo tiempo. Fue un trabajo de recuperación complicado que comenzó a principios de 2000 con (José) Mangieri, un editor que hizo el primer intento de recuperación con una antología. Los organismos de derechos humanos se toparon en Bustos con algo difícil porque es un místico, porque no tiene un verso de política partidaria, cosa que sí ocurre con otros autores. No es una cuestión de valoración poética, sino que pasa eso. Entonces, siempre se rescata más como periodista que como poeta. La sensación es que el libro es un reflejo de toda esa historia. Tuvo una buena recepción. Muy linda en algunos casos.

LC7: ¿Cómo empezaste a escribir?

JH: Mi primer libro lo saqué en 1998. Era un libro de cuentos en editorial Botella de Mar y al tiempo fundamos una revista llamada El Anartista que duró siete años. Nos autofinanciábamos. Éramos un grupo de diez personas que nos juntábamos a charlar de literatura y filosofía los viernes a la noche. Para mí es eso una revista: un emergente de un grupo, de un conglomerado de gente, de un colectivo. Era el Secretario de Redacción. Nos juntábamos acá en Flores, en Carabobo y Alberdi, en la casa de la directora. Hacía fundamentalmente las entrevistas. Había dos entrevistas por número. Laburábamos un montón y se vendía en kioscos. Pero se fue diluyendo. Después, estuve mucho tiempo sin publicar, o mejor dicho publicando notas en revistas y ensayos. En el 2001, saqué un segundo libro de cuentos que se llama «Animales Íntimos», y recién en 2011 saqué un tercer libro de cuentos que se llama «Arquitectura Antigua». En 2015, salió un libro de poemas que se llama «Juguetes Antiguos». Ese mismo año salió «16 Entrevistas a Escritores». En el 2016 gané el Fondo Nacional de las Artes con el proyecto del libro de Bustos que venía caído pero ahí es cuando decido hacerlo. En el 2018 salió el libro, de 600 páginas, nunca escribí con esa masa de información y esa cantidad de páginas pero me salió largo porque tenía toda una masa de material que eran 60 entrevistas, más investigaciones. Al principio no podía arrancar. Entonces, estaba un día con Ricardo Strafacce (biógrafo de Osvaldo Lamborghini) y me dijo unas palabras mágicas: “Llegá a tu casa y empezá a escribir, pelotudo”. Entonces, empecé a escribir lanzado y me salió una biografía rara porque está escrita en primera persona, o sea desde mí, desde cómo llegué a Bustos. Todo esto se desarrolló en Flores y en Caballito. Al principio viví en Alberdi y Carabobo y después en Azul y Bilbao.

LC7: ¿Dónde queda la arquitectura en todo esto?

JH: Me recibí muy joven de arquitecto, pero a los 24 años ya escribía. Empecé a laburar de arquitecto y me agarró como a todos el 2001. Trabajaba por mi cuenta de arquitecto y me iba bastante bien. En el 2001 me empezó a ir mal como a toda la gente. Vendí mi auto y no me salía nada. Laburaba por mi cuenta y se me complicaba todavía más. Viví un año de la venta del auto. Tenía que empezar a generar plata. Tengo un amigo que tenía un puesto en Parque Rivadavia. Empecé a laburar sábados y domingos en el parque y después pasé a alquilárselo. Trabajé bastante tiempo en el parque vendiendo libros usados. Hasta que después me acomodé y empecé a dar clases. Pero no volví a la arquitectura. Me atrapó la literatura. Es una cuestión personal pero yo llegaba de hacer una obra y seguía pensando en la obra y yo quería escribir. Entonces, era una lucha y finalmente fue una decisión de dejar el trabajo y llegar a casa, escribir y laburar para la literatura, hacer cosas relacionadas a la literatura.

LC7: ¿Cuál es tu punto de partida para escribir?

JH: Puede ser mínimo el punto de partida. Son temas mínimos los que escribo. Creo más en el cómo que en el qué. Entonces, me fijo más en la escritura. El argumento en mi caso es mínimo. Me fijo más en el trabajo del lenguaje. Son formas de encarar la escritura. Tengo muchos amigos que en lo que escriben lo fuerte es el argumento. Yo agarro algo mío y trato de armar algo más con el tema del lenguaje, trabajándolo desde ahí. A veces tomo cosas personales pero tiene que ser algo muy pequeño. Recuerdo un cuento del segundo libro que empiezo a escribirlo a partir de que mi vieja se cayó en la calle y se cortó con una reja el brazo. Después, el barrio se nota a veces que está pero no le pongo nombre. Jamás le pongo nombre a los personajes cuando creo ficción. Como decía Macedonio Fernández, se trata de mostrar el artificio de la literatura. Entonces, el punto de arranque puede ser cualquiera que te movilice.

LC7: ¿Cómo ves el mercado editorial con este contexto?

JH: Sabemos la época que estamos pasando. Las editoriales están complicadas por el aumento del papel. Creo sobre todo que el mercado editorial está complicado para editoriales medianas y para abajo. Las otras ya sabemos que son casi un monopolio, van a lo seguro, no arriesgan nunca y las editoriales medianas sí. La Coop es un caso interesante porque son varias editoriales, tienen una librería, se mueven mucho, es muy interesante lo que editan. Del panorama actual es muy difícil hablar porque hay muchos amigos y amigas escribiendo, pero hay gente muy interesante. Creo que es muy fuerte la presencia de las pibas ahora. Selva Almada, Dolores Reyes hacen cosas muy interesantes. También, Nicolás Correa y Juan José Burzi tienen cosas interesantes. Pasa que la literatura también tiene unos tiempos que no son los de la tele. Capaz que esos escritores se asientan dentro de veinte años. Borges recién a los sesenta años tuvo el reconocimiento que merecía. Pero veo un caldo de cultivo. En la música pasa lo mismo. Hay mucha gente haciendo muchas cosas. En el teatro lo mismo. Me parece que hay un movimiento interesante. También, está pasando que la recepción es a cuentagotas pero bueno es por el tema este de los procesos de la literatura que no es fácil.

LC7: ¿Cómo ves el movimiento cultural en la Ciudad y en los barrios?

JH: Pienso que a la gente que está gobernando en este momento no les interesa la cultura. O les interesa sólo como negocio. Están el CCK o la Usina del Arte en donde pasan cosas interesantes. Pero también hubo cierres de muchos espacios culturales. No les interesa mucho lo que no genera una difusión acorde a sus intereses y negocios. A pesar de eso creo que pasan muchas cosas, hay muchos lugares donde tocan bandas, o se hacen presentaciones de libros. Hay mucha autogestión y está buenísimo. Pero a quienes gobiernan no les interesa mucho lo cultural, lo colectivo. Por ejemplo, lo que hicieron en Parque Rivadavia cuando movieron todos los puestos para poner una calle innecesaria. Culturalmente, veo que pasan cosas porque la gente quiere hacer cosas y lo hacen a toda costa y me parece bárbaro. Estamos en una época en donde internet permite hacer muchas cosas. Lo que están haciendo en la Ciudad me parece todo negocio. No hay cuidado alguno del espacio urbano.

LC7: ¿Y en Flores que es lo que ves?

JH: Vivir acá fue una elección. Nací en Lanús y a los 26 años vine para acá, a Flores. Es un barrio que me tira. Creo que al menos hasta ahora hay una cierta solidaridad entre los vecinos, los comerciantes. Creo que el barrio es un poco el circuito donde te movés. Soy bastante de meterme para adentro. Pero veo que en este barrio todavía hay algunos hilos que se sostienen de la relación barrial, esa que cuando era pibe era continua. Después, en lo cultural creo que todavía mantiene el carácter de barrio. En Parque Chacabuco veo lo mismo, veo que pasan cosas, veo que se sostienen las ferias, el parque.

LC7: Para cerrar, no podemos no hablar de Spinetta…

JH: Perdí la objetividad con Spinetta. Habré escuchado mi primer cassette a los 11 años. A los 13 años, cuando empezaba la democracia, le pedí a mi viejo de ir a ver a Spinetta a Barrancas de Belgrano y me dijo que sí, cosa que le agradezco toda la vida. El Flaco solo con la guitarra se paraba ahí. A mí me educó Spinetta más que la escuela. Lo habré ido a ver cien veces. Tengo todos los originales, revistas donde salía. Lo tengo tan incorporado que casi no lo escucho. Lo conocí en una mala época, en el sentido de que ya estaba enfermo. Mi pareja de ese entonces tenía una hermana de 16 años y fuimos hasta la puerta de la casa y le llevé mi último libro de cuentos, una nota que escribí en una revista sobre el libro de poemas de Spinetta y llevé una notita de amor. Pensé que me iba a atender alguien en la casa y escucho un “Hola, ¿quién es?”. La inconfundible voz del Flaco. Le digo: “Flaco, te quiero dar un abrazo”. Me dice: “Estoy en pijama, pero te quiero. Dejame todo en el buzón”. Y tiré lo que le había traído en el buzón. Cuando falleció me empezó a llamar gente como si hubiera sido mi papá. Cuando a mí me gusta algo me gusta transmitirlo y a toda la gente que conocí en mi vida le quemé la cabeza con Spinetta. Cuando era adolescente lo iba a ver solo, estudié sus letras. Spinetta excede la música.


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