Planificadas sin un verdadero plan, las autopistas de la ciudad arrastran problemas desde su creación. […]
Publicado el 15 noviembre, 2025 por Nahuel Conte
Planificadas sin un verdadero plan, las autopistas de la ciudad arrastran problemas desde su creación. Hoy conviene preguntarse ¿cómo se pueden solucionar?
Las autopistas que actualmente existen en la Ciudad de Buenos Aires representan apenas una fracción del proyecto original contemplado en el Plan de Autopistas Urbanas. Este plan fue ideado por Guillermo Laura, economista y abogado, quien ocupó el cargo de secretario de Obras Públicas en la Municipalidad de Buenos Aires durante el gobierno de facto de Osvaldo Cacciatore. La propuesta, presentada en el libro “La Ciudad Arterial” de 1970, buscaba dividir la ciudad con nueve autopistas que la atravesarían de norte a sur y de este a oeste. En palabras de Laura, “la gente quiere llegar al centro en auto y nuestra intención es facilitárselo”.
Una característica significativa de este plan es la ausencia de estudios profundos sobre urbanismo y el impacto social; las autopistas se proyectaron de forma fría y abstracta, considerando principalmente los costos de las expropiaciones necesarias para su construcción. Laura, en su libro, establece criterios sobre cómo debían realizarse estas expropiaciones, mencionando la particular geometría del “damero regular” que domina Buenos Aires en muchas zonas. Sugiere aprovechar los espacios libres en el centro de las manzanas, eliminando los pulmones de manzana y evitando afectar a los frentistas, sin contemplar el desplazamiento de familias ni los efectos sobre las viviendas colindantes, como el ruido y la contaminación posterior.
Finalmente, sólo se construyeron cinco tramos: en 1978 se iniciaron las obras de la 25 de Mayo (AU1) y Perito Moreno (AU6), inaugurándose a fines de 1980. En ese mismo año comenzó la construcción de un segmento de la autopista occidental (AU7, hoy Cámpora) y de la autopista 9 de Julio sur (actual Frondizi). También se iniciaron las expropiaciones y demoliciones para la autopista central (AU3), de la cual hoy queda la avenida Parque Roberto Goyeneche entre la Av. General Paz y Av. Congreso, y diversos terrenos abandonados que hoy son plazas o emprendimientos inmobiliarios en la franja comprendida por las calles Holmberg y Donado, entre De los Incas y Av. Congreso. La ejecución del resto de las autopistas se detuvo debido a la crisis económica de 1982, lo que llevó a la suspensión de las expropiaciones y demoliciones.
Resulta llamativo que las obras hayan comenzado en el sur y oeste de la ciudad, donde predominaban barrios obreros de clase baja y media, pues allí la resistencia a las medidas era menor. Incluso, años después de su construcción, las autopistas siguieron generando conflictos, como el intento de instalar una bajada de la Au. 25 de Mayo en pleno polideportivo del Parque Chacabuco o la actual polémica por el “Máster Plan” de la Au. Dellepiane en Lugano.
Los dos principales desafíos de las autopistas son el tráfico y la contaminación. No fueron pensadas para un incremento del parque automotor como el que se dio en las últimas dos décadas, y al ser viaductos elevados, su ampliación es sumamente compleja. Además, la contaminación atmosférica y sonora afecta directamente a los vecinos cercanos: el ruido de los vehículos, motores, bocinas y el hollín son parte de los problemas cotidianos que enfrentan.
¿Qué soluciones existen para los problemas de las autopistas en la ciudad? Fundamentalmente, se proponen tres medidas:
La combinación de estas acciones permitiría mejorar la calidad de vida de los vecinos de las autopistas, gracias a la disminución del tráfico, el ruido y la contaminación, así como optimizar la experiencia de los usuarios. Quienes opten por el transporte público evitarán los embotellamientos, mientras que quienes sigan utilizando las autopistas disfrutarán de un tránsito más ágil. Además, el mayor uso del transporte público contribuirá a una disminución general de los incidentes viales, no solo en las autopistas, sino en toda la ciudad.

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