Sábado 06 de Diciembre del 2025

La óptica de Mario: seis décadas en el barrio

En septiembre de 2025, la óptica de Mario Barmat cumplió 61 años en Parque Chacabuco. […]

Publicado el 17 noviembre, 2025 por Luna Fernández

En septiembre de 2025, la óptica de Mario Barmat cumplió 61 años en Parque Chacabuco. No es solo un comercio histórico, es una de esas persianas que, aun con el paso del tiempo, siguen marcando el pulso del barrio. 

La historia empezó en 1963, cuando Mario se recibió de óptico técnico universitario y contactólogo en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Un año después, con apenas 23 años, su padre le compró un local en Centenera 1249. Ahí nació un proyecto que él mismo atendió, prácticamente solo. Su madre lo ayudaba algunas veces durante los primeros años, cuenta.

Con paciencia, constancia y buena atención, el negocio comenzó a crecer. Y ese crecimiento fue acompañado por la vida familiar: Mario se casó, tuvo dos hijos y su esposa empezó a colaborar en la óptica cuando el ritmo ya lo exigía. Hoy, seis décadas más tarde, el local funciona en Asamblea 843 y está a cargo de su hijo mayor, licenciado en Administración, que le dio —según Mario— “un nuevo impulso” al comercio. Lo que empezó en la calle Centenera hoy es un equipo de seis personas.

Mario también recuerda con claridad el espíritu de comunidad de los primeros tiempos. Participó de la primera comisión de comerciantes de la avenida Asamblea y fue su secretario. Organizaban fiestas del Día del Niño y de la Madre, concursos de dibujo para chicos, decoraciones, arreglos para la zona comercial y, por supuesto, el tradicional corso de Carnaval sobre la Avenida Asamblea. Para él, la óptica creció en paralelo a ese entramado social que fortaleció al barrio.

Cuando mira hacia atrás, admite que los avatares económicos fueron parte inevitable del recorrido. Hubo crisis, subas y bajas, momentos más duros y otros de expansión. Pero nunca pensó en cerrar ni en cambiar de rubro. “El barrio respondió a mis expectativas”, afirma. Y cuando las condiciones externas se complicaron, supieron acomodarse. “Evidentemente la situación ha variado las ventas, pero a nosotros no nos afectó mucho. Supimos adaptarnos y lo seguiremos haciendo, con nuevas promociones”, explica.

A sus 84 años, conserva un optimismo que no es ingenuo, sino construido a fuerza de experiencia. No ve un futuro oscuro; al contrario, dice tener esperanzas. “Soy optimista, a pesar de mis 84 años”, afirma. En lo personal, su balance es luminoso: dos hijos, cinco nietos que estudian en distintas universidades y un oficio que lo acompañó toda la vida. “Nunca pensé en cerrar”, insiste. 

Más allá de su trayectoria personal, la historia de Mario también habla de la importancia que tienen estos espacios para la vida cotidiana del barrio. Comercios como el suyo no solo ofrecen un servicio, sino que sostienen una relación de confianza que se construye a lo largo de décadas. Son lugares donde las personas vuelven porque conocen a quien las atiende, porque sienten que hay alguien que escucha, aconseja y acompaña. Esa continuidad, que atraviesa generaciones, también forma parte del tejido social que permite que un barrio conserve su identidad aun cuando todo cambia.

En ese sentido, la óptica de Mario no es únicamente un negocio que logró perdurar. Es un punto de referencia para quienes crecieron, vivieron o transitaron por Parque Chacabuco. Su historia muestra cómo la constancia, el trabajo familiar y el compromiso con la comunidad pueden sostenerse incluso en contextos económicos difíciles. Y recuerda, también, que detrás de cada persiana que permanece abierta durante tantos años hay un esfuerzo diario, una vocación y un vínculo real con los vecinos. 


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