Dialogamos con Francisco Loiácono, vecino de Parque Chacabuco y ferviente admirador de Sandro. Junto a […]
Publicado el 3 mayo, 2018 por Fernando Zuker
Dialogamos con Francisco Loiácono, vecino de Parque Chacabuco y ferviente admirador de Sandro. Junto a él recorremos la mayor colección sobre la música y trayectoria de este singular cantante argentino, a 48 años de su espectáculo en el Madison Square Garden.
Francisco Alejandro Loiácono nació en la Comuna 7, en una casa que se encuentra ubicada a metros de la esquina de Somellera y Agustín de Vedia, lugar donde se encuentra inmortalizada una placa en homenaje a “Aguafuertes Porteñas”, del mismísimo Roberto Arlt.
A sus seis años, Francisco solía juntarse con sus amigos del barrio a jugar y merendar. Mientras ellos debatían cómo Batman lograba ponerse el traje en tan solo unos segundos y lanzarse por el batitubo, él comenzaba a interesarse por la vida del mítico “Sandro de América”, quién de vez en cuando frecuentaba Parque Chacabuco porque allí funcionaba la discográfica CBS.
“Eramos extraños conocidos”, confiesa el poseedor de la mayor y más importante colección histórica sobre este cantautor, músico, actor y compositor argentino que con su música y frenesí supo cautivar admiradores en todo el mundo.
La Comuna 7: Cuenta con una invaluable colección sobre Roberto Sánchez, popularmente conocido como Sandro. ¿A qué edad comenzó a formar esta colección?
Francisco Alejandro Loiácono: A los once ya tenía algunos de sus discos, pero como Sandro era ídolo de las mujeres yo no le contaba a nadie que me gustaba su música (risas). A esa edad, nos divertíamos organizando “asaltos” con amigos y, así, empecé a intercambiar discos con una chica. En paralelo comencé a coleccionar las revistas “Favoritos de la canción” que compraba en los puestos de diarios de Av. Cobo y Curapaligüe y en el de Curapaligüe, entre Santander y Av. Asamblea. Eran unas revistas muy grandes, con muy buena ilustración para la época. Algunas venían con un “reviposter” con fotos de Sandro. También solía ir a ver sus películas a un cine continuado de Boedo. Me gustaba como picardía, si el acomodador no me veía, despegar las fotos de exhibición y llevármelas junto a las entradas y programas que la gente tiraba (risas). Así comencé a darle forma a una pasión que, hasta el momento, desconocía: el coleccionismo histórico sobre este cantante argentino.
LC7: ¿De qué consta dicha colección y cuál es tu mayor tesoro?
FAL: ¡Tengo de todo lo que se puedan imaginar! Discos en vinilo, CDs, revistas, pósters, afiches, fotos de su carrera, fotos personales de nuestros encuentros – otras con mi madre y mi esposa-, fotonovelas, una réplica de una mesa que tenía en una propiedad ubicada en Almagro, ropa, libros, etc. Si bien todos los objetos tienen su importancia en la colección, tengo algunos recuerdos que guardo con mucho cariño, como por ejemplo, la famosa bata roja, un pantalón, un par de botas y un moño, que fueron obsequios que recibí fruto de tantos años de admiración y acercamiento a la vida de Sandro. También atesoro un maniquí que usó en el Teatro Astros, para el show “A fuego y piel” y parte de una escenografía, una camisa, un saco rojo de chifón, varios pósters y fotos autografiadas que él me regalo durante nuestros encuentros. Además, tengo el único afiche sobre el show que realizó en el Madison Square Garden.
LC7: Sandro fue un ídolo popular indiscutido. Pero su público era en mayor medida femenino, tal es así que a sus seguidoras aún se las conoce como “las nenas” de Sandro. ¿Qué lo cautivó de su música y personalidad?
FAL: Siempre me llamó la atención cómo una persona de bajos recursos pudo conquistar el mundo con su música. En 1970, Sandro hizo su primera presentación en el Madison Square Garden de Nueva York y se convirtió en el primer artista latinoamericano que tocó en ese emblemático lugar. Además, fue el primer show de un músico que fue transmitido vía satélite a todo el mundo. Sandro siempre fue una persona humilde, cariñosa y agradecida. Me cautivó su historia de vida: como pasó de un conventillo a recorrer el mundo con sus canciones. Era un hombre terrenal, humilde, tenía su propia esencia. La personalidad y carisma de Sandro, prevalecía ante su figura de artista. Era una persona instruida, sabía de música clásica, en fin, de todo lo que te puedas imaginar. Él no era “Sandro de América” era “Roberto”, el del barrio. Para que lo puedan dimensionar, recibía a cotidianamente un montón de regalos, incluso comida que, me consta, comía la intimidad de su casa. ¡Hasta yo le regalaba todos los años una torta para su cumpleaños y… así fuimos conociéndonos!
LC7: ¿Cuándo fue el primer encuentro que tuviste con Sandro, tenés alguna anécdota que quieras compartirnos?
FAL: De tanto seguirlo como admirador conocí a su sonidista, “Mosquito” Barrido. En 1995, cuando Sandro estaba por cumplir 50 años, le dije que tenía un sueño: quería regalarle una torta en la que él estaba cantando junto a un piano que tenía la partitura de “Rosa Rosa” y el fondo de una radio. “Mosquito” organizó para que pueda llevársela a la casa. La dejé y me fui sin conocerlo. A los pocos días, me enteré que le encantó. Luego, le escribí una propuesta a Sandro para organizar encuentros entre admiradores con fines benéficos. Nos reuníamos en “Puerto Banus”, un restaurante ubicado en Av. De Mayo y San José. Llegamos a ser cerca de 200 personas. Hacíamos sorteos de discos y pósters, compartíamos anécdotas, escuchábamos música, etc. No cobrábamos entrada, sólo pedíamos alguna donación. Una de ellas, fue realizada a la Maternidad Sardá. Hasta que un día, “Mosquito” me dijo que Sandro tenía algo para mí. Fui a su casa y así finalmente logré conocerlo. Me regaló la camisa y los pósters que hoy forman parte de mi colección.
Como se imaginarán, después se hizo costumbre regalarle tortas. Una de ellas, tenía como decoración la réplica del frente de su casa y sobre el paredón, el dibujo de una rosa. Al tiempo, Sandro hizo pintar una rosa en la fachada de su casa de Banfield. Esto derivó en una relación de mucho respeto y admiración. Si bien no fuimos amigos, con Sandro éramos extraños conocidos (risas). En 1997 le detectaron un enfisema pulmonar y junto a su ex esposa, María Elena, organizamos un encuentro con admiradores en el jardín de su casa. Entramos juntos, tomados del brazo. “Parecemos novios”, me decía… A pesar de la circunstancia, nunca perdió su sentido del humor; sólo pidió que no lo hiciéramos cantar. Por eso, es uno de los momentos más lindos que viví junto a él.
LC7: ¿Qué opinás sobre “Sandro de América, la serie” que se emite por Telefé?
FAL: Hay que tomarla como tal, es una serie de TV que relata su vida entre sucesos de ficción y otros de realidad. Además, en paralelo se editó «Sandro Dúos», un material que conjuga la voz de Sandro con diferentes artistas, , tales como Cristian Castro, Chayanne, Soledad, Axel, Abel Pintos, Franco de Vita y Alejandra Guzmán, entre otros. Ambas, ideas son fantásticas porque permitieron que el público seguidor de estos artistas actuales, puedan conocer su música e historia de vida.
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